Su coloración general es grisaceoleonada y el vientre es más claro que el dorso, con un fuerte contraste entre ambos.
[2] El otro taxón, todavía sin nombre científico, se ha encontrado hasta ahora solamente en las montañas del norte peninsular.
Ambos taxones son murciélagos pequeños, de vientre claro, espalda oscura y trago puntiagudo característico del género Myotis.
Aunque no suele ser muy abundante se encuentra por toda la península ibérica, Mallorca y Menorca.
La máxima agrupación registrada en España corresponde a 600 hembras en una ermita de Castellfort (Castellón).
Se conocen tres taxones crípticos en Europa: dos en España y otro (el nominal) en el resto.
El rango altitudinal oscila entre el nivel del mar y los 1.500 m aunque en los Alpes se ha llegado a localizar ejemplares a 1900 m. En el País Vasco presenta preferencia por altitudes elevadas fuera del período estival mientras que en los meses cálidos no hay selección altitudinal.
Gregario en verano, con concentraciones de varios centenares, y solitario en invierno (a lo sumo grupos más reducidos que en la época estival).
Los dípteros forman una parte esencial de su dieta, siguiéndoles en importancia los coleópteros (Curculionidae), frigáneas, polillas y arácnidos.
La composición de la dieta varía mucho según la disponibilidad de las presas e incluye, entre otros, dípteros (ceratopogónidos, quironómidos, tipúlidos, anisopódidos y múscidos) tricópteros, coleópteros, lepidópteros y arácnidos.
Las cópulas tienen lugar en otoño, aunque a veces también se repiten en la primavera siguiente.
Los partos se escalonan desde la segunda quincena de junio a julio y alumbran un solo joven.
No forma parte del régimen alimentario habitual de ningún otro vertebrado.
En España es parasitado por trematodos, nematodos, nicteríbidos, pulgas y ácaros (macronísidos, espinturnícidos e ixódidos).
Los principales problemas de las cavidades subterráneas son: Además, las características demográficas de los quirópteros con una baja tasa reproductora (una o dos crías al año), madurez sexual tardía (2-3 años para algunas especies) y gran longevidad, hacen que sus poblaciones no estén preparadas para sufrir descensos de tipo catastrófico, lo que implica una recuperación muy lenta.