[2] Esta técnica constructiva se ha repetido con ligeras variantes (como el muro Dacio), a lo largo de la historia.
Al igual que en las épocas anteriores, también existe un reflejo del emplectum romano en el empleo actual del hormigón en masa, donde, como sucediera en el tapial, el hormigón se confina mediante encofrados hasta que este fragua y adquiere dureza.
Hasta mediados del siglo XIX, con el desarrollo del acero, el único material disponible que reunía estas características era la madera, motivo por el cual los edificios anteriores a esa fecha no pudieron realizar grandes huecos en los muros de carga sin recurrir a los arcos.
Con esta técnica, el material trabaja fundamentalmente a compresión: un tipo de esfuerzo apropiado para la piedra y el ladrillo.
Por este motivo, en los edificios que se emplean muros de carga, estos se sitúan en al menos dos de las fachadas, lugar donde, dado su mayor grosor, son además particularmente adecuados como barrera térmica y acústica.
Sin embargo, en edificios mal construidos, especialmente si son antiguos, no es inusual que la estructura se deforme y se asiente, terminando por apoyar en el área de tabiques interior, con lo que ésta pasa a formar parte activa de la estructura.