El Mercado Central de Zaragoza fue diseñado en 1901 por el arquitecto aragonés Félix Navarro Pérez para sustituir al tradicional que se realizaba al aire libre en la antigua plaza del mercado, encargado por la Sociedad Nuevo Mercado de Zaragoza y en 1903 ya estaba finalizado.
Remata en una cúpula muy peraltada y ovoide decorada por tejas de cerámica vidriada.
Utiliza como elemento constructivo el ladrillo, como es habitual en la arquitectura zaragozana, pero lo recubre con amplios miradores de forja y cristal, convirtiendo la fachada en una obra de trasparencias sobre los vanos del fondo.
La casa de viviendas presenta fachadas a la calle Manifestación y a la de Santa Isabel, formando un chaflán que mira hacia la plaza del Justicia.
El juego entre el ladrillo y la piedra labrada, así como los gráciles balconcillos adornados de forjas muy aparentes del chaflán, dan la definitiva prestancia a esta obra.
El interior también alberga diseño modernista: puertas, vidrieras, zócalos, comparten un alarde creativo en un edificio declarado monumento nacional en 1983.
Guarda paralelismos en su ornamentación con los edificios adyacentes, que dan al Paseo de Sagasta una elegancia art nouveau no exenta de sencillez y líneas compositivas claras y no demasiado organicistas.
Se trata de otra obra del mencionado Juan Francisco Gómez Pulido construida al tiempo que la casa Retuerta, en 1904.
Como aquella, destaca su mirador achaflanado y los trabajos de forja que lo conforman.
El nombre de este bello edificio se debe al conocido escultor zaragozano de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, Carlos Palao.
La obra fue encargada en el año 1905 a Félix Navarro para edificar una casa en los terrenos de su propiedad en Sagasta esquina con Camino del Sábado.
El desnivel existente en el terreno y la intencionalidad del escultor porque su vivienda quede sujeta o alineada al trazado del paseo, hace que las obras se demoren hasta 1912, fecha en la que se le concede nueva licencia, pero esta vez ya con planos de Miguel Ángel Navarro Pérez, que se hacía cargo de todas las obras de su padre, tras su recién desaparición.