Religión mistérica
A lo largo de los siglos I al IV, el cristianismo compitió directamente por los adeptos con las escuelas mistéricas, en la medida en que «también las escuelas mistéricas eran un elemento intrínseco del horizonte no judío de la recepción del mensaje cristiano».Así, los misterios complementan la religión civil en lugar de competir con ella.Una persona podía fácilmente observar los ritos de la religión estatal, ser un iniciado en uno o más misterios, y al mismo tiempo adherirse a una determinada escuela filosófica.[4] Aunque los historiadores han renunciado a tratar de esbozar una definición rígida para categorizar todos los cultos mistéricos, se pueden esbozar una serie de características que los cultos mistéricos compartían.Presenta entonces ciertos misterios que no se plantea explicitar, toda vez que los detalles doctrinales han de conocerse a través de la experiencia iniciática ritual y no mediante la palabra o la razón.Y en cuanto a la procedencia, tampoco es seguro que sea oriental.Se ha afirmado que las religiones mistéricas parecen surgir en la Antigüedad egipcia, en relación con los dioses Isis, Serapis y Anubis.En Grecia comenzaron a tener muchos seguidores las religiones mistéricas del Oriente Próximo, como los dioses frigios (Cibeles, Atis, Sabacio, Mitra) o los egipcios (Anubis).Sin embargo, algunos expertos puntualizan que el culto a estas divinidades no muestra características mistéricas en sus lugares de origen, sino que parece adquirir estas características al llegar a Grecia.Poco después, con Tiberio, el protagonismo de las religiones mistéricas era una realidad inevitable.Estos misterios se llevaban a cabo con frecuencia en la oscuridad profunda en grutas y sitios similares.