Tras publicarla por bando, recibió la petición del Cabildo de Buenos Aires para que se suspendiera la aplicación a los casados y los desertores portugueses de Colonia del Sacramento.
[6] El Deán Gregorio Funes en su Ensayo de la historia civil del Paraguay, Buenos-Ayres y Tucumán afirma que el conflicto se agudizó en 1738 a raíz de la decisión de expulsar del territorio bajo control español al cacique «Mayupilqui y al único cacique Taluhet que defendía sus fronteras del resto de los bárbaros».
Esta vez, masacró una tropa de huiliches y se dirigió a las orillas del Salado donde bajo la protección del gobernador Salcedo tenía sus tiendas el cacique Tolmichi.
San Martín mató al cacique y ordenó el ataque: «los demás indios experimentaron la misma suerte quedando cautivas sus mugeres y niños con la hija menor del cacique».
[8][7] Si bien el primer paso había sido dado, no fue suficiente para poner fin a la guerra: «el cacique Cangapol, llamado el Bravo, se precipitó al frente de mil hombres sobre el pago de la Magdalena, matando doscientas personas y tomando prisioneros».
[7] Salcedo, hechas las paces con pampas y puelches, intentó asegurar la paz entre ambos pueblos rivales, que se concretó ca.
El texto, el más antiguo que se conserva para este territorio, establece la paz entre la casa del cacique pampa Mayupilquia y el cacique Bravo y sus caciques amigos, los que se establecerían en el Tandil y Sierra Chica.
Salcedo comunicó al gobernador portugués Antonio Pedro de Vasconcellos las órdenes recibidas, quien se limitó a ganar tiempo dando respuestas evasivas.
[9] Pese a sus órdenes, Salcedo redujo los efectivos del destacamento de San Juan, lo que Vasconcellos aprovechó para «extenderse por lo interior de la tierra».
Sin aguardar, con 4000 indios de las misiones jesuíticas y mil quinientos hombres de Buenos Aires, Corrientes y Montevideo, Salcedo inició un lento avance sobre Colonia dando tiempo al gobernador portugués Vasconcellos a prepara la defensa y solicitar refuerzos a José da Silva Pais, gobernador interino de Río de Janeiro.
Encabezada por el navío de 60 cañones Nossa Senhora da Vitória[Nota 3] y compuesta por el navío Nossa Senhora da Conceicäo (60 cañones, capitán Joao Pereira dos Santos),[Nota 4] la fragata Nossa Senhora da Lampadoza (54 cañones, capitán José de Vasconcellos Maltez)[Nota 5] y otros cinco buques menores, de guerra y mercantes.
Al enterarse, Salcedo envió los 200 dragones recién llegados al mando del teniente coronel Francisco Martínez Lobato, por lo que los portugueses desistieron del asalto e iniciaron un bloqueo naval.
Pese a la opinión en contrario de Abreu Prego, el brigadier Silva Pais, decidió atacar en la ensenada de Barragán a los buques españoles con el navío Esperança y otros cuatro menores.
Sin embargo, pese a que la situación naval se había en buena medida equilibrado, las fuerzas españolas no fueron capaces de obtener ventaja alguna.
El Deán Funes achacaría el fracaso a los desacuerdos entre el gobernador Salcedo y el comandante de las fragatas Nicolás Geraldino; así sus «perpetuas discordias embarazaron el logro de muchas ventajas».