La vida mercenaria ha sido según las crónicas una costumbre de la península ibérica desde la Edad del Hierro, particularmente localizada en el área central española y en las islas Baleares.
[2] Los principales centros de reclutamiento peninsulares eran Gadir, Ampurias, Cástulo, Baria (actualmente Villaricos) y las islas Baleares.
[5] Desde allí, los combatientes celtas y baleáricos serían reclutados por emisarios especializados de Cartago, Siracusa o cualquiera que fuera su destino.
Los mercenarios marcharon por la acrópolis cantando el peán de guerra y formaron ante el palacio, asustando hasta tal punto a Dioniso II que no sólo no les redujo la paga, sino que se la aumentó.
Esta empresa fue un fracaso, aunque la mayoría de mercenarios -no sólo ibéricos, sino también galos, ligures, libios, baleares y griegos sobrevivió y regresó a África, donde causaron la Guerra Inexpiable cuando el senado cartaginés se negó a pagarles.
[2][5] Sería en la segunda guerra púnica, sin embargo, que los mercenarios hispanos volvieron a ser un factor en la ecuación principal, especialmente debido a que Hispania se convirtió en el primer y uno de los principales escenarios de la guerra.
Tras su muerte, su hijo Aníbal heredó sus planes de llevar un ejército expedicionario a Italia.
Se estima que su ejército llevaba entre 8000 y 10000 hispanos, contando la suma de sus tribus peninsulares, cuando alcanzó a Italia.
[14] Silio Itálico habla de aún más tribus peninsulares en su ejército, incluyendo vetones, galaicos (combinados con los lusitanos en un solo batallón), cántabros, astures y vascones,[16] aunque algunos autores han dudado de esta diversidad.
[17] Otros celtíberos lucharon motu proprio contra Cartago después de su pacto con Roma, derrotando a Asdrúbal Barca en el año 217.
Éstos se negaron a volverse contra él por cuestión de principios, pero sí accedieron a abandonarle, con lo que Escipión perdió la mayor parte de su ejército en un momento crítico y fue muerto junto con su hermano en el año 211.
[8] En cualquier caso, estas parecen haber sido las únicas excepciones a la lealtad mercenaria.
Los hispanos generalmente veneraban a sus caudillos púnicos, considerándolos sus comandantes supremos o strategos autokrátor, y en varios casos, como las derrotas de Asdrúbal, Giscón y Hannón, murieron en el campo antes que dar la batalla por perdida.
[17] El mismo año, los generales Magón Barca y Hannón el Viejo se desplazaron a Celtiberia para reunir otro ejército, pero un ataque romano, esta vez encabezado por Marco Silano y guiado por nativos sobornados, puso fin al esfuerzo antes de que pudieran partir hacia Italia.
[17][15] Esta resultaría ser una mala decisión por parte de roma, ya que los pueblos celtíberos consideraron esto una intrusión y decidieron unirse a la revuelta ilergete de Indíbil y Mandonio del próximo año.
[17][15] Sea como fuerte, Magón pudo huir con 2000 supervivientes a la ciudad aliada de Gadir.
Por ello, cuando los 4000 se encontraron —como era habitual— siendo los únicos efectivos púnicos que mantenían la disciplina, eligieron dar batalla hasta el final y murieron lealmente en sus puestos.