Fallecido este y ante la acefalía administrativa de la provincia del Paraguay, el monarca dispuso nombrar un nuevo adelantado.
Su hijo Diego, de apenas 18 años, heredó los folios reales en los que constaban los derechos y obligaciones impartidos por Carlos V.
Don Diego, por su parte, desviado por los vientos, fue a dar al mar Caribe, donde encalló su barco.
Siguió viaje por la vía del Perú y terminó afincándose en Potosí sin llegar a su destino final.
Las mujeres tuvieron un papel preponderante en la supervivencia del numeroso grupo.
Cosían velas, cocinaban, juntaban madera y participaban en todas las actividades.
La expedición estaba compuesta por indios porteadores y guías, algunas vacas llevadas por portugueses, curas, oficiales, soldados y la dotación de mujeres que viajaban amparada por Mencia.
Es de suponer el sacrificio que significó para la estoica partida sortear mil obstáculos, cruzar enormes ríos, selvas y cordilleras.
Al año siguiente llegaría a destino Mencia Calderón Ocampo, en abril de 1556, con sus hijas, yernos y demás acompañantes.
Fue necesario enviar otra embarcación para prestarles auxilio y acelerar su llegada a destino.