Maxi Proceso

El éxito del juicio propició que otros pentiti testificaran en contra de sus antiguos socios.

La creciente indignación pública por las muertes dio el empuje necesario a los magistrados como Giovanni Falcone y Paolo Borsellino para tratar de golpear más eficazmente una organización criminal muy enraizada en la isla.

Las bases para el Maxi Proceso se llevaron a cabo en la fase de investigación preliminar por parte del Pool Antimafia de Palermo, creado por el juez Rocco Chinnici y constituido por Falcone, Borsellino, Gioacchino Natoli, Giuseppe Di Lello y Leonardo Guarnotta.

Entre los presentes se encontraba Luciano Leggio, el predecesor de Riina, quien actuó como su propio abogado, y también Giuseppe "Pippo" Calò y Michele Greco (este último era tío del tristemente célebre asesino Pino Greco).

El tribunal fue presidido por Alfonso Giordano, flanqueado por dos asesores, uno de los cuales era Piero Grasso, que eran sus "sustitutos", para asegurar la continuidad del procedimiento en el caso de que le hubiera ocurrido algún mal irreparable a Giordano.

[2]​ Los cargos atribuidos a los acusados incluían 120 asesinatos, narcotráfico, extorsión y, por supuesto, el nuevo delito de asociación mafiosa.

El juez Giordano se ganó la fama de ser paciente y correcto durante un proceso con tantos acusados.

Sin embargo, su información, ignorada en gran medida por su comportamiento inusual, incluyendo la automutilación como una forma de penitencia personal, le llevó a ser considerado como un enfermo mental, y sus confesiones detalladas fueron consideradas, por tanto, sin fundamento.

Otros críticos sugirieron que las revelaciones de los informantes - principalmente Buscetta - no eran la manera ideal para juzgar a otras personas, ya que incluso un informante que estuviera sinceramente arrepentido no dejaba de ser un criminal, un asesino y un perjuro, y hubiera podido tener un interés personal en cambiar su testimonio para satisfacer sus necesidades o para completar una venganza personal.

El jurado decidió que no había pruebas suficientes, aunque ya estaba cumpliendo cadena perpetua por una condena anterior: moriría en la cárcel seis años más tarde.

En 1989, sólo 60 acusados estaban tras las rejas, varios de ellos residiendo en hospitales penitenciarios, simulando enfermedades imaginarias.

Un mafioso condenado tenía una sala de hospital privada para sí mismo y tenía a varios criminales (no mafiosos) como sirvientes, supuestamente mientras sufría de un tumor cerebral del que, sospechosamente, no presentaba ningún síntoma.

Esto llevó a la indignación pública y un resurgimiento de la lucha contra la mafia que debilitó seriamente la organización.

Salvatore Riina fue finalmente capturado en 1993; otros mafiosos, como Giovanni Brusca, corrieron la misma suerte.

Salvatore Lima probablemente habría acabado entre rejas, pero fue asesinado en 1992 por no haber impedido invertir favorablemente los recursos absolutorios a principios de ese año.

Plaza de la Justicia - Palermo