Fueron arrestados 41 seminaristas claretianos, además de sus respectivos superiores.
Al atardecer del día 8 de agosto, el obispo Florentino Asensio Barroso fue trasladado a una celda solitaria de la cárcel del Ayuntamiento, en la misma plaza.
En los interrogatorios a que fue sometido fue torturado repetidamente, y sufrió la amputación de los testículos.
Murió al tiempo que bendecía y perdonaba a sus asesinos.
Según la Conferencia Episcopal Española, su cadáver fue arrojado a una fosa común y años más tarde su cuerpo fue hallado incorrupto.