Sin embargo, allí conoció al que fue, sin duda, su mejor y más cercano amigo, Fernando Pessoa, el cual, en 1912, lo introdujo en los círculos del modernismo.
También en París conoció a Guilherme de Santa-Rita, pintor futurista portugués.
Apenas conocido en su tiempo por la elite cultural del país, a medida que su obra y su correspondencia se iba publicando y se fue haciendo accesible al gran público, comenzó a considerársele como uno de los mayores exponentes de la literatura portuguesa moderna.
Más tarde, su poema O Outro fue también musicado por la cantante brasileña Adriana Calcanhotto.
Su narcisismo, motivado ciertamente por sus carencias emocionales -era huérfano desde edad muy temprana- lo llevó a un sentimiento casi constante de soledad, abandono y frustración, visible en su poesía.
Pese a no abandonar en su obra la métrica tradicional (redondillas, decasílabos, alejandrinos), la transformaba de manera personal mediante los ataques la gramática, y por los juegos de palabras.
Por otra parte, sus cartas, que intercambió con Pessoa, entre 1912 y su suicidio, son un auténtico diario en el que se nota el progresivo crecimiento de sus frustraciones interiores.
En 1915, volvió a reunir sus producciones narrativas, doce novelas cortas, en un volumen al que dio el título de Céu em Fogo.
Estas novelas revelan igualmente las mismas perturbaciones y obsesiones que su poesía.