Sin embargo, este no aceptó la elección por ya estar comprometido como senador en la Asamblea.
Durante su gestión realizó importantes reformas en casi todas las ramas de la administración gubernamental.
Al terminar su mandato Gálvez fue reelegido, pero declinó el puesto, pero cuando se hicieron unas terceras elecciones en las que volvió a resultar elegido, Gálvez al fin tomó el poder pero no concluyó este segundo período debido a una revolución conservadora en su contra.
Gálvez también aplicó la censura de la correspondencia, se confiscaron fondos y propiedades.
Es importante aclarar que Gálvez despojó de privilegios a la Iglesia Católica no por cuestiones religiosas sino que por razones puramente económicas: entre menos asuetos, mayor productividad y con la supresión del diezmo obligatorio, mayores ingresos para las arcas estatales; asimismo, el clero regular de la Iglesia era el principal terrateniente del Partido Conservador, mientras que el clero secular dirigido por el arzobispo se beneficiaba del diezmo obligatorio.
[10] Además, mostraban a los nativos una reciente concesión de territorio en Verapaz que se había hecho a Michael Bennett,[11] quien era el representante del presidente federal Francisco Morazán en los negocios de caoba que este tenía.
El joven Carrera no era analfabeto, como quisieron desacreditarlo los liberales —pues incluso tenía buena caligrafía—, sino un hombre muy religioso, que agrupó tropas en estas montañas, por lo cual estas batallas son llamadas la Rebelión de la Montaña.
Para ese año, la situación en Guatemala era insostenible: la economía se encontraba paralizada por la poca seguridad de los caminos y se llegó al punto en que los liberales negociaban con Carrera para poner fin a este enfrentamiento aunque era inevitable.
Para cuando Morazán arribó a la Ciudad de Guatemala, Gálvez ya había abandonado la jefatura del Estado y el grupo en el poder le otorgó plenos poderes para enfrentar a Rafael Carrera, asimismo le ofrecieron la presidencia vitalicia, pero Morazán rechazó esta oferta, porque ello estaba en contra de sus principios liberales.
En la ciudad altense no fue bienvenido y tuvo que continuar la marcha; terminó en México, en donde se radicó definitivamente.
Su vida en México fue espléndida: ejerció la abogacía y sus honorarios fueron considerables; incluso llevó un caso para la legación inglesa, que le valió reconocimientos de Su Majestad Británica.
Que es un deber de los pueblos cultos demostrar su gratitud hacia los insignes ciudadanos que se distinguieron por sus servicios a la Patria, estimulando con su ejemplo a las futuras generaciones; y estando entre las facultades constitucionales del Poder Legislativo decretar honores con tal motivo,
- En el lugar que se designe se erigirá en esta ciudad un monumento digno de transmitir a la posteridad la grata memoria de aquel esclarecido patriota; autorizándose al efecto los gastos que sean necesarios.