Maria Cuyàs Ponsa

El padre, Joan Cuyàs, barcelonés, tenía el oficio de tallista, dorador y restaurador.

Con veinte años y acabado el bachillerato, podría haber continuado los estudios en la Universidad pero, siguiendo su vocación por la enseñanza, se matriculó en la Escuela Normal de Magisterio.

Eligió la sección  de Ciencias y para complementar los estudios teóricos con los prácticos, contó con el Laboratorio Foster que estaba instalado en la Residencia.

Fue el primer laboratorio destinado a la formación científica y en el que las estudiantes podían acudir.

A continuación, en Villablino, para ejercer en la Escuela Mercantil y Agrícola de la Fundación Sierra-Pambley hasta 1928.

Esta residencia seguía el modelo de la que ella había conocido en Madrid: proporcionaba alojamiento a las estudiantes al mismo tiempo que completaba la formación de sus estudios mediante conferencias, veladas científicas, artísticas y literarias.

El expediente de depuración se resolvió en 1942 con su traslado forzoso a Huelva en 1944.

Visto que Franco continuaba en el poder a pesar de la derrota de los otros regímenes fascistas europeos y que Herminio Almendros permanecía en La Habana, Maria decidió dirigir sus pasos hacia a Cuba.

Allí había llegado, en febrero del 1948, su hijo Néstor Almendros, que acababa de cumplir dieciocho años.

Allí tuvo que doctorarse y lo hizo con una tesis sobre la Inspección, donde contaba la experiencia republicana.

Maria permaneció en La Habana ocupada con la librería, clases, cambios de domicilio y atención a los hijos, mientras afrontaba las dificultades propias de unos tiempos cada vez más violentos.

En 1961 Herminio fue cesado y Néstor se vio obligado a exiliarse.

Con la Ley de Amnistía (1976) Maria inició los trámites para que le fuera aplicada y pudiera ser reconocida como Inspectora jubilada.

Después de una vida itinerante llevando consigo la documentación familiar, como correspondencia, libros y fotografías,[9]​ con el regreso se reencontró con antiguas amistades.