La flota continuó posteriormente hacia Macedonia, territorio que fue añadido igualmente al reino de Darío.
Durante esta campaña (que fue interpretada por Heródoto como dirigida contra Atenas y Eretria por su ayuda a la Revuelta jónica), Mardonio perdió muchas naves al ser cogido por una violenta tormenta cerca del promontorio de Athos, lo que probablemente le obligó a volver al Asia Menor.
En el 490 a. C., los persas conquistaron varias islas del Egeo (las Cícladas y Eubea, cuya capital es Eretria), pero Mardonio, que había perdido casi una flota completa, no estaba al mando de esta expedición.
Sin embargo, habiendo conquistado Macedonia y las islas del Egeo, los persas podrían intentar de nuevo el ataque a Grecia cuando quisieran.
Megabizo II se ocupó de ella quedando suprimida en el verano del 484 a. C. Inmediatamente después de esta rebelión, Jerjes, Mardonio, Megabizo y otros cuatro importantes comandantes pudieron dirigirse al oeste a Sardes, donde un gran ejército estaba siendo formado.
La flota griega había huido a Salamina, una isla frente al puerto ateniense, separada del continente por un pequeño estrecho.
Fue un movimiento brillante, porque si los atenienses aceptaban, no quedaría flota para proteger el sur de Grecia.
En la primavera, Mardonio marchó al sur de nuevo, reocupando Beocia y dirigiéndose a Atenas.
Esperaba que los atenienses estuvieran más dispuestos a aceptar su ofrecimiento, pero se equivocó.
Los espartanos, quienes tenían la mejor infantería de toda Grecia, rechazaban ayudar a Atenas.
Heródoto, quien es nuestra principal fuente para la Batalla de Platea, describe algunos enfrentamientos previos que tuvieron lugar en varios días.
Mardonio no le hizo caso, aún creía que podía resolverse el problema de una manera honorable, por medios militares.
Inmediatamente los oficiales atenienses informaron al comandante supremo griego, el príncipe espartano Pausanias.
Este pensó que si los persas atacaban, era preferible tener a los bien entrenados espartanos en el ala izquierda defensiva para contrarrestar la fuerza principal persa, dejando a los experimentados atenienses, quienes ya habían salido victoriosos en Maratón, en el ala derecha ofensiva.
Es poco probable que Alejandro I de Macedonia pudiera dejar el campamento persa sin ser visto.
Parece más razonable pensar que Mardonio había enviado al rey macedonio precisamente para esa misión.
Fue una jugada brillante para crear el pánico entre los griegos, quienes empezaron toda clase de movimientos agotadores.
Los persas perdieron coraje, lo que dio a los espartanos un breve respiro y la oportunidad de reagruparse.
Atacaron al contingente persa que los perseguía, los cuales, desmoralizados, acabaron poniéndose en fuga.