Marcos de Aeca

Según el propio autor, la fuente de los dos primeros capítulos sería un libelo, inicialmente guardado en Lucera.

Muchos, en realidad, creen que este libelo nunca existió y es un pretexto para validar lo dicho sobre la vida del santo.

[7]​ Su padre, Constantino, fue un hombre adinerado y observador que lo introdujo en los estudios de literatura.

Marcos atrajo así la envidia de algunos conciudadanos, quienes dirigieron una carta al obispo Juan para acusarlo de glotonería, practicar artes mágicas y fornicar con las dos niñas: le pidieron a Juan que lo castigara, porque su comportamiento habría causado algún desastre a la ciudad.

Juan y Marcos fueron a cantar las laudes matutinas: allí Marcos escuchó los coros de los ángeles que saludaban la llegada del nuevo día e invitó al obispo a orar con él, hasta que él también los escuchó.

Así fue elegido jefe de la diócesis y, posteriormente, consagrado por el Papa Marcelino.

Como obispo, Marcos se ocupó de continuar la abstinencia, la caridad y las donaciones a los más pobres.

Una noche apareció San Marcos, se volvió hacia el paralítico y le tendió la mano.

Un zapatero de Bovino, rico y poco observador, un día fue poseído por el diablo que lo obligó a retorcerse.

Amigos llorando lo llevaron a la iglesia de San Marcos, donde tuvo un ataque particularmente fuerte por la noche.

Luego los clérigos realizaron un exorcismo: le impusieron las manos, lo rociaron con agua bendita e invocaron la intervención de San Marcos.

Una mujer pobre tenía un brazo atrofiado durante tres años y sus intentos de acudir al médico fueron inútiles.