La salida comunista estaba más clara y los conservadores se echaron a la calle.
El temor por la pérdida de los derechos a la libertad que lo Brasil democrático tenía ya en aquella época, acabó por movilizar no solamente la sociedad conservadora, sino al pueblo en general.
Además de eso, los conflictos seguros entre derecha e izquierda en esas marchas podrían aceleran un enfrentamiento todavía incipiente.
Así, la tentación gubernamental fue la prohibición de tales marchas, intentando mantener el orden y evitando posibles enfrentamientos sociales, aunque tales marchas fueran de apoyo a una intervención militar que acabó siendo una realidad.
Solo la manifestación conocida como Diretas-ja fue secundada nuevamente por una masa enfervorecida contra el régimen, ahora en fase de distensión lenta y gradual, conforme a la doctrina del general Ernesto Geisel.