Soñaba con que viniera el Reino Social de Cristo a México, en sus escuelas, su gobierno, sus leyes, su constitución, en todo.
En 1940, por motivos internos del Monasterio, fue al puerto de Santa María en Cádiz.
La comunidad enfrentó problemas económicos y María Angélica tuvo una crisis espiritual.
Diez años después y estando en España, en 1926, se inició México la primera Guerra Cristera.
Su hermana quien también era religiosa y que vivía en México, se refugió en Estados Unidos.
Cuando conoció a Luis María Martínez, cada lunes se confesaba con él y “él se limitaba a escuchar y aprobar lo que oía, tal vez porque eran cuestiones demasiado elevadas y aún desconocidas para él.” Posteriormente éste sacerdote calificó a Álvarez Icaza como Sacerdotisa y no como contraposición tradicional de la iglesia, sino como consecuencia del amor a Cristo.
Ahí experimentó la llamada “purificación pasiva del alma”, las cuales duraron por espacio de siete años, y que culminaron con la incomparable gracia del “matrimonio espiritual con Jesús”, siendo favorecida por la presencia sensible de Dios Padre, el Niño Jesús, la Virgen María y su Ángel Guardián y la Santísima Trinidad.
La “Gracia Eucarística”, a la que tuvo acceso, convirtió a la Madre María Angélica en "un retrato vivo de Cristo", como víctima y sacerdote, aspectos que estarán presentes en toda su vida, por lo cual adicionalmente tuvo varios malentendidos y dificultades que, hasta el proceso de su beatificación han causado polémica, y en su tiempo le causaban terribles mortificaciones y la gracia del martirio del amor.
La madre María Marta, superiora en México de la Madre Angélica, relató que “ansiaba sufrir lo que Cristo sufrió,” y Dios le concedió ésa gracia; un día sintió como un rayo salió del corazón de Jesús y le traspasó el de ella.
Madre Angélica comentó: “Soy como una persona con una flecha en su pecho; así que mi alma está profundamente herida por el Amor de su Amante, por una dulce amargura producida por este amor, sólo pienso en su herida, pero ella es tan dulce que no la cambiaría por ningún placer”.Estando con sus hermanas experimentó una sola vez, una transformación divina, es decir en Cristo mismo.
[7] Murió a los 89 años de bronconeumonía y fue sepultada en el Panteón Español.
no es congénito, tampoco pudo ser hecho normalmente durante la vida, porque hubiera supuesto la muerte de la persona y además el hueso tiende a regenerarse… y ahí por lo tanto hay que concluir que hay algo de Dios”.
Esta perforación, hecha en vida, está sellada con tejido cortical que recubrió el orificio y no permitió al tejido esponjoso rellenar ese conducto, por el que pasaba lenta y constantemente la fuerza divina que hería y regalaba el corazón de la Sierva de Dios.