Manuel Blanco Romasanta

Volvió a aparecer en público bajo la falsa identidad de Antonio Gómez, esta vez en Rebordechao, mezclándose poco a poco con la población local, y estableciendo progresivamente relaciones personales, ganó en especial la confianza y amistad de las mujeres.

Durante esos años es cuando comenzaron sus asesinatos, que cometía en los bosques de Redondela y Argostios.

Por ello las autoridades -al relacionar más adelante los rumores sobre el vendedor de grasa- iniciaron su búsqueda como sospechoso.

Finalmente fue capturado en Nombela (Toledo) y juzgado en Allariz (Orense), siendo fiscal Manuel Blanco Bastida.

Además, declaró recordar todo lo sucedido una vez transformado de nuevo en ser humano, lo que fue decisivo para su sentencia.

La sentencia llegaría el 6 de abril de 1853, cuando Romasanta contaba cuarenta y cuatro años: se consideró que ni estaba loco ni era idiota o maníaco, y se le condenó al garrote vil por los únicos nueve asesinatos que se le pudieron probar y a pagar una multa de mil reales por víctima.

Aseguraba haber curado a otros pacientes con la hipnosis y pedía que, antes de ejecutarlo, le dejaran hipnotizarlo.