Es innumerable la cantidad de diseños y características posibles ya sea para comidas familiares o incluso para aquellas con mayores exigencias protocolarias.
[1] En los interiores de la época victoriana, se utilizaban manteles densos, pesados, en colores profundos, que usualmente llegaban al suelo.
Según los tratados de restauración y protocolo un mantel debe ser lo suficientemente grande como para cubrir al completo la mesa pero sin llegar a establecer contacto con el suelo.
Por lo general este elemento no debe sobrepasar el tercio de la distancia que haya desde la mesa hasta el suelo.
El mantel puede conjuntarse con los diferentes materiales que componen la mesa, así sea con la vajilla, cubiertos, elementos florales y por supuesto con las servilletas.