Mamurio, como hábil artesano, al que se le atribuía la escultura de Vertumno, fue encargado por el rey Numa Pompilio la fabricación de once escudos rituales idénticos al ancile sagrado que Júpiter había enviado desde el cielo.
El rey Numa, perturbado por este prodigio, pidió consejo a la ninfa Egeria, que le explicó que el regalo del dios era muy valioso, porque era la prenda de la invencibilidad eterna de Roma, mientras permaneciera en Roma.
El ancile era uno de los garantes sagrados del Estado romano (pignora imperii),[1] y las réplicas pretendían ocultar la identidad del original y evitar así su robo; era, por tanto, una especie de "secreto público".
[2] Los doce escudos se correspondían con el número de meses del nuevo calendario construido por Numa.
Las fiestas de las Mamurales estaban dedicadas a él y en Roma se erigió una estatua en su honor.