Macedonio I de Constantinopla
A duras penas y no sin grandes disturbios callejeros, los católicos consiguen la entronización de Pablo.Macedonio, en un principio totalmente opuesto al nuevo obispo, se somete más tarde y consigue la ordenación sacerdotal.Una vez obispo, Macedonio realiza una persecución contra quienes se oponen a sus planes y doctrina.El excesivo rigor de Macedonio le hace odioso ante el pueblo y sus propios partidarios ven con malos ojos tanta crueldad.La figura de Macedonio comienza a oscurecerse pronto y su nombre se pierde en la historia.Su propia secta semiarriana, vitalizada ahora por Eleusio y Maratonio, adquiere un nuevo calificativo; a sus prosélitos se les designa con el nombre de maratonianos.Se advierte, sin embargo, que la doctrina de los macedonianos sobre la naturaleza y divinidad del Espíritu Santo es bastante confusa.Apegados excesivamente al literalismo exegético en todo lo referente a la Trinidad, creen que el Espíritu Santo no aparece en el Nuevo Testamento como creador o causa primera, sino más bien como criatura primerísima, como espíritu servidor, en el cual se halla la vida en primer término.[5] Sus argumentos sobre la Trinidad y naturaleza del Espíritu Santo adquieren especial relieve en el Tomus ad Antiochenos.Los Padres Capadocios, en particular San Basilio y San Gregorio Nacianceno, con gran caridad y procurando no escandalizar a cuantos se atenían al credo niceno, salen al paso de las distintas corrientes pneumatológicas.El papa Dámaso I (379-380) en la Confessio fidei catholica anatematiza como sacrílegos a los macedonianos: qui de Arii stirpe venientes non perfidiam mutavere, sed nomen.La asamblea de obispos católicos, en número de 150, confirma solemnemente la doctrina de Nicea y ante la reserva y oposición de cuantos negaban la consustancialidad del Hijo o del Espíritu Santo, considera herejes no solo a los arrianos, sabelianos y apolinaristas, sino también a los macedonianos, eumonianos, eudoxianos y otros, añadiendo estas palabras al símbolo niceno: «... Et in Spiritum Sanctum, Dominum et vivificantem, ex Patre procedentem qui ex Patre (Filioque) procedit, quis cum Patre et Filio adorandum simul adoraturi et conglorificandum...».El celo apostólico del nuevo patriarca de Constantinopla (hacia 428) degeneró en abierta persecución contra las diversas sectas pneumatómicas.