Cuando es considerada como doctrina teológica, esta perspectiva recibe el nombre de palamismo en honor a Palamás.
Al hacerlo, se esfuerzan por alcanzar un estado de completa paz exterior e interior (hesychia en griego), que se considera un requisito previo para experimentar una gracia divina especial: el hesicasmo enseña que la luz del Tabor puede ser percibida por quienes rezan.
En 1341 la disputa se llevó ante un sínodo celebrado en Constantinopla y presidido por el emperador Andrónico III Paleólogo; el sínodo, teniendo en cuenta la estima en que se tenían los escritos del pseudo-Dionisio, condenó a Barlaam, quien se retractó y regresó a Calabria, convirtiéndose posteriormente en obispo de la Iglesia Católica.
Muchos teólogos ortodoxos han identificado la luz de Tabor con el fuego del infierno.
[10][11][12] Según Iōannēs Polemēs, Teófanes de Nicea creía que, para los pecadores, «la luz divina será percibida como el fuego castigador del infierno».
Tal división doctrinal reforzó la división oriente-occidente del Gran Cisma a lo largo de los siglos XV al XIX, y solo en el siglo XX el papa Juan Pablo II abrió una posibilidad de reconciliación al expresar su respeto personal por la doctrina.
Juan Pablo II repetidamente enfatizó su respeto por la teología oriental como un enriquecimiento para toda la Iglesia y habló en términos favorables del hesicasmo.
[5][6] En 2002, también incluyó a la Transfiguración de Jesús como el cuarto Misterio Luminoso del Santo Rosario.
Cada vez más partes de la Iglesia occidental consideran a Gregorio Palamás un santo, incluso sin estar canonizado.