Los robots del amanecer

Esta novela supuso la vuelta de Asimov a la serie tras tres décadas, ya que las dos novelas anteriores, Las bóvedas de acero y El sol desnudo, habían sido escritas durante los 1950.

[1]​ Según algunas fuentes, Asimov comenzó a escribir la novela en la década de 1950, pero la completó años después introduciendo algunos cambios.

Su hijo, Bentley Baley, es precisamente la persona que lidera esta corriente colonizadora.

A pesar del entrenamiento que está llevando a cabo para acostumbrarse a vivir sin la protección de esas bóvedas de acero que protegen las ciudades terrícolas, el protagonista de Los robots del amanecer se ve obligado a hacer grandes esfuerzos, pero su determinación, ya que sabe que la adaptación al exterior es vital para la colonización, le hace salir victorioso y, finalmente, tal y como se narra al final del libro, logra disfrutar de “una paz tranquila, una paz sin prisas, una paz solitaria y apartada” de un jardín frente al “rumor continuo y el movimiento apresurado de las ciudades”.

Este detalle no pasó inadvertido para los realizadores del ‘drama de hiperondas’, lo que pone celosa a la esposa de Baley, Jessie, y despierta la curiosidad de su hijo, que le pregunta si es ella y no la colonización el verdadero motivo por el que quiere viajar a Aurora.

El robot humaniforme primogénito Daneel Olivaw vuelve a acompañar al detective Elijah Baley en una nueva misión y, aunque su personaje no tiene ya el mismo atractivo que en otras entregas, especialmente en Las bóvedas de acero, sigue manteniendo con Baley esclarecedores diálogos sobre la trama y las decisiones del detective, a quien además introduce en las peculiares costumbres aurorianas y al que protege con celo.

Además, tras analizar el comportamiento de Baley en un planeta extraño, y especialmente su obstinación por adaptarse al exterior, le hace reafirmarse en su idea de que los terrícolas, frente a los “acomodados” espaciales, son los más adecuados para llevar a cabo la colonización.

Aunque Kelden Amadiro fue en otros tiempos pupilo del doctor Han Fastolfe, su relación está ahora deteriorada y defiende en la Asamblea Legislativa los intereses del Partido Globalista en lo relativo a la colonización.

Sin embargo, el instituto no parece estar dando los frutos deseados, y Amadiro opta por métodos menos ortodoxos.

Este es el personaje de la novela que muestra una personalidad más compleja.

Se trata sólo de una apariencia, ya que los enfrentamientos dialécticos entre ambos personajes serán constantes, al igual que Amadiro no perderá ni una sola oportunidad para arruinar la misión del detective y enviarle de vuelta a la Tierra.

Al haberla ayudado a terminar con una represión que la torturaba desde joven, Gladia se enamora del robot humaniforme y lo toma, simbólicamente, como su marido.

Sin embargo, poco después entra en escena el detective terrícola y le demuestra que sí va poder tener relaciones íntimas satisfactorias, incluso más completas porque el robot estaba programado sólo para servir y no para recibir nada de los humanos, dos aspectos que Gladia considera esenciales en el amor.

Quizá no hay que buscar otro motivo para explicar la rotunda oposición de esta robotista de sesenta y seis años métricos ―equivalente a aproximadamente 45 años terrestres― a su padre, o para que apoye a Kelden Amadiro en todo posible con tal de que por fin pueda fabricar robots humaniformes.

Elijah Baley pone de manifiesto el parecido físico entre Gladia y Vasilia.

No satisfecho con la forma de entender las relaciones íntimas en Aurora, ya que se muestra a favor de la monogamia, el peluquero y diseñador ve en la virginidad de Vasilia Aliena una esperanza para entablar con ella una relación más profunda, lo que le lleva a ofrecerse a ella repetidamente obteniendo siempre el rechazo como único resultado.

Aurora gira en torno a su sol en 373,5 días auroranos o en unos 0,95 años terrestres.

En cuanto a la historia del planeta, Aurora fue el primer planeta extrasolar colonizado por los terrícolas, que no encontraron problemas destacables en su asentamiento al no existir apenas ningún tipo de vida.

El alejamiento de sus orígenes terrícolas se vio acelerado por dos cambios.

El centro administrativo del planeta es la ciudad de Eos, con 20.000 habitantes humanos.

En el capítulo 17, Giskard Reventlov explica a Elijah Baley que el presidente “se mantiene por encima de las diferencias de opinión y sólo conserva su poder, que es nulo en teoría pero considerable en la práctica, mientras todos sigan considerándole neutral.

El cargo se ocupa durante 30 años, y cabe la posibilidad de ser reelegido por otros 30.

Pero si se produce una votación contraria a la recomendación del presidente, este debe dimitir.