Ambos fueron corregidos y aumentados para publicarse al interior de Los cálices vacíos.
Además, incluyó una “Antología”, integrada por la recopilación de los que consideró sus mejores poemas.
En este volumen, Cáceres restituyó la voluntad de la autora sobre sus dos primeros poemarios e incluyó la poesía póstuma en la sección “Los astros del abismo”.
En seguida, se presentan dos cuartetas de rima consonante escritas en francés y sin título.
Según Alejandro Cáceres, esta composición podría filiarse a “Mis amores”, poema póstumo incluido en la edición de 1924.
[6] El libro de Agustini está integrado por setenta y un poemas de los cuales veintiún composiciones líricas son nuevas y pertenecen a la sección homónima del libro.
Las composiciones de Los cálices vacíos están distribuidas en tres secciones: la primera, enmarcada por el título general del libro, contiene nueve poemas (tres endecasílabos, tres alejandrinos, un octosílabo y dos de verso irregular); esta sección abre con el endecasílabo “A Eros”, encabezado por la leyenda “Ofrendando el libro”.
Cáceres, en su edición crítica de las Obras completas, propone que la suma de los dos primeros poemarios fue, en realidad, una petición del mismo Orsini M. Bertani, quien, hipotéticamente, le habría recomendado a la poeta ampliar su volumen.
En sus cartas, el poeta nicaragüense le aconsejaba a Agustini “«Ante todo, ninguna perturbación en ti».
Entre los nombres que destacan se encuentran Carlos Reyles, Francisco Villaespesa, Julio Herrera y Reissig, Manuel Ugarte, María Eugenia Vaz Ferreira, Miguel de Unamuno, Samuel Blixen, entre otros.
¡Qué luz vierte la tragedia final sobre aquel vivir atormentado, todo deseo, que la perdió en el laberinto del error!
No todos los poetas apasionados tienen, por fortuna, que dar testimonios con su sangre, de su pasión.
Se han señalado concomitancias, influencias, relaciones; con Herrera y Reissig, con Lugones, con Vasseur, con Darío ...
Diríamos que tanto en lo formal como en lo profundo —que siempre sustenta a lo formal— esas relaciones no son fundamentales.
Poesía discontinua, en la que se nos abren ventanas hacia zonas muy luminosas o muy sombrías del sentimiento.