En aquella época, se creía que la lluvia estaba causada por las explosiones de los volcanes Vesubio y Etna, o que se debía al transporte de material proveniente del fondo del mar y levantado por el vapor.
Giuseppe Maria Giovene relacionó el fenómeno con el viento que precedía a la precipitación y llegó a la conclusión de que ese polvo había venido de África empujado por el viento que venía del sureste.
[2][3] La lluvia de barro es un fenómeno habitual en el Mediterráneo occidental y meridional, adonde llega polvo suministrado por las depresiones atmosféricas que recorren el norte de África.
[4] Las lluvias de barro son relativamente habituales y su frecuencia había aumento a comienzos de los años 1990 en la cuenca del Mediterráneo.
Los principales minerales son, en orden decreciente de abundancia, la illita, el cuarzo, la esmectita, la palygorskita, la caolinita, la calcita, la dolomita y los feldespatos.