A mediados del siglo XIX, la villa tenía contabilizada una población de 600 habitantes.
Este hecho va a propiciar que su trama urbana y su caserío de arquitectura popular se adapten perfectamente a la orografía tan particular en la que se asienta, mostrando una gran cantidad de perspectivas, perfiles y matices.
Interiormente la decoración barroca clasicista consiste en pinturas murales, principalmente en las bóvedas de cañón con lunetos que cubren la nave central, pequeños motivos en estuco y un enlucido en tonos pastel.
La fachada principal, muy sobria, también se encuentra dividida en tres partes, reflejo de la distribución interior.
El término municipal se encuentra en gran parte cubierto por frondosos pinares, entre los que destaca el inmenso y centenario pino del Escobón, en la sierra de Gúdar.
Junto a este árbol se encuentran las labores de la mina Resurrección, que fue explotada en el siglo XIX para extraer plomo y zinc.