El padre del señor Veleta rehusó dormir en esa casa, por lo que fue condenado a batallar con esqueletos en el bosque maldito.
Aquel, aunque queda casi cegado por la belleza y los encantos de Lilith, sin embargo consigue dirigir a los Pequeños en una batalla contra Bulika.
Entonces, al señor Veleta se le concede reunirse de nuevo con los Pequeños, ya dormidos, en su sueño.
Se dirigen a una ciudad celestial y, escalando hacia ella, es devuelto al "mundo real".
La novela se cierra con una cita de Novalis: "La vida no es un sueño, pero debería serlo y quizá alguna vez lo sea".