Deuteronomio

Se ubica en el quinto lugar, precedido por Números y es, en consecuencia, el último texto de la Torá («La Ley» o «Enseñanzas de Dios») y, para los cristianos, del Pentateuco («las cinco cajas» donde se guardaban los rollos hebreos).

Tradicionalmente, se creía que Dios dictó la Torá a Moisés, pero la mayoría de los eruditos modernos datan el Deuteronomio en los siglos VII-V a. C.[2]​.

Ambas serán los bienes primordiales de los judíos en este nuevo país y en el futuro.

La Iglesia católica aceptó hace tiempo las aportaciones científicas de la crítica literaria, y las investigaciones hermenéuticas, tanto aplicadas a este texto como a toda la Biblia, aunque sectores más tradicionales insisten en la autoría mosaica del texto.

Los hombres están exentos del combate si tienen una casa nueva, un viñedo listo para cosechar o un matrimonio no consumado.

El libro relata lo que sucedió desde la entrega de las Tablas de la Ley hasta la llegada a los llanos del Moab, pero, como sucede con frecuencia en el Antiguo Testamento, no narra los hechos por la historia misma: los utiliza como medio para probar la realidad y verdad del Código.

El libro está desarrollado en dos grandes partes que a su vez se dividen de la siguiente manera: La estructura según Patrick D. Miller, en su comentario sobre el Deuteronomio, sugiere que las diferentes opiniones sobre la estructura del libro conducirán a diferentes opiniones sobre su contenido.

El Deuteronomio mantiene un estilo diferente a los otros libros de pentateuco, pues es una ley predicada.

Por ello, se habla a una segunda persona con palabras de carácter homilético como escuchar, recuerda, hoy, teme al Señor.

El esfuerzo de Moisés no está aislado: lo mismo hacen los demás patriarcas, ciertos reyes y todos los profetas.

Esta intención didáctica, sin embargo, no será muy aceptada en los primeros siglos de vida en Canaán.

No obstante, lograrán cumplir con los designios de Yahvé (Dios) en tiempos del rey David (Siglo X a. C.).

Así, en los primeros tiempos del reinado de Salomón primaba el orden, la justicia y la alegría (1.º Re 4:20).

Pero cuando las riquezas abundaban, las influencias exteriores pudieron corromper esa vida justa y recta (1.º Re 2:3; Prov 29:14).

Por eso, solo con el enorme dolor del Exilio los hebreos comprenderán que deben apegarse a la verdad deuteronómica.

Por eso la pasión en la transmisión del mensaje hacia el pueblo por parte de Moisés, porque transmitía un mensaje final, conforme a la experiencia misma que poseía mediante su larga travesía como dirigente y amplia relación con la voluntad del Dios Único Yahvé.