Insurrección de Praga

No solo se vio afectada la clase obrera, sino también algunos sectores de la baja burguesía como los pequeños y medianos empresarios y los funcionarios estatales o municipales de las categorías inferiores.

Para ello necesitaban el apoyo y la ayuda del Ejército Rojo.

Por ejemplo, hubo algunas líneas que los nazis podían utilizar solo de día y ni siquiera todos los días.

Frank ordenó despejar las calles y dio instrucciones al ejército alemán y a la policía para que dispararan contra cualquier persona que desobedeciera las órdenes.

No obstante, durante el avance alemán en la noche, los insurgentes se enteraron del plan nazi y lograron defenderse efectivamente, dejando las cosas en un duro empate entre ambos bandos.

Sin embargo, la resistencia checa logró seguir emitiendo sus mensajes desde otro lugar.

Los insurgentes tampoco sabían que el Ejército Rojo podría llegar en cualquier momento y la presión militar alemana era cada vez mayor.

La Waffen-SS comenzó a emplear sus equipos pesados y además los ataques aéreos de la temida Luftwaffe fueran lanzados sobre Praga.

La resistencia solo tenía unas pocas armas antitanques para hacer frente a los blindados alemanes.

En este momento crucial, una división del anticomunista Ejército Ruso de Liberación (ROA, conocido también como Ejército de Vlásov) bajo el mando del general Serguéi Bunyachenko se volvió contra los alemanes y se unió a los insurgentes checos en la lucha contra las Waffen-SS. A diferencia de las fuerzas checas, estas fuerzas estaban relativamente bien equipadas (incluían vehículos blindados y artillería) y contaban con experimentados veteranos del Frente Oriental.

Por ello, los soldados soviéticos, pronto dejaron la ciudad para tratar de llegar a las líneas americanas.

El 8 de mayo, ante la no llegada de ayuda aliada y ante la destrucción inminente de la ciudad, los insurgentes se vieron obligados a negociar, y aceptaron los términos alemanes presentados por el gobernador militar alemán, el general Rudolf Toussaint.

Ignoraron el levantamiento, y toda la carnicería que le siguió.

El 9 de mayo, las bajas del Ejército Rojo se elevó a 500 muertos.

Fosa común de dos generales y 187 soldados desconocidos del Ejército de Liberación de Rusia en el cementerio de Praga.