Inicialmente reclutados como escolta personal del excéntrico doctor Albiñana,[1] sus miembros vestían una camisa azul celeste y llevaban una cruz de Santiago en el pecho.
[1] El matonismo callejero de la milicia —descrita por el propio Albiñana como un «voluntariado ciudadano con intervención directa, fulminante y expeditiva en todo acto atentatorio o depresivo para el prestigio de la patria»—,[3] es para Eduardo González Calleja semejante o réplica del los Camelots du roi de la Action française.
Sus legionarios continuaron hostigando a individuos y organizaciones considerados republicanos —entre otros, el dramaturgo Jacinto Benavente, que requirió de protección policial durante un tiempo—, y representaron hasta su disolución un problema de orden público equiparable al de la violencia ultra del tardofranquismo y la transición.
[1] Al estallar la Guerra Civil en 1936, sus milicias desempeñaron un papel destacado en la provincia de Burgos, donde Albiñana había logrado un escaño como diputado.
En esta capital castellana constituyeron las primeras fuerzas de choque que se colocaron junto al Ejército sublevado, creando un clima de terror y asesinando a civiles por su mera filiación política u opiniones desde el mismo 18 de julio.