[12] En 1664, la Inquisición en Lima reconoció que la práctica ritual y la adivinación era tan extendida en la capital del virreinato del Perú que resultaba imposible la eliminación de sus practicantes, y mucho menos de sus clientes.
[17][18] La coca, al igual que otras plantas como la enredadera ayahuasca (Banisteriopsis caapi) o el cactus San Pedro (Echinopsis pachanoi), en la medicina tradicional sudamericana es considerada como una planta maestra: tiene un espíritu (Mamacoca) —o «sujeto no humano con agencia» social—[5] que puede dialogar y enseñar saberes a las personas curanderas en los Andes y en la Amazonía.
[18][21] Las hojas de coca utilizadas en la lectura son previamente escogidas por la persona lectora.
[26][32] Luego de la invocación y haber formulado una pregunta, se lanzan las hojas sobre la manta.
[23] Es así que la lectura va más allá de una simple adivinación y más bien es un acto fundamental de negociación en donde se establece una interacción simétrica entre los humanos y las entidades no humanas (Mamacoca, Pachamama, Apus, etc.), definidas desde la cosmovisión andina como personas sociales de diferentes tipos.
[36][37][38] El antropólogo Anthony Henman ha descrito el uso adivinatorio de los curanderos nasa, un pueblo indígena que habita en el departamento del Cauca en la zona andina del suroccidente de Colombia.
El ritual de adivinación es nocturno y las hojas son chacchadas por largas horas.
Los súbitos espasmos involuntarios en el cuerpo durante ese periodo son interpretados y considerados «señas».