El rey Penteo, nieto de Cadmo, tampoco le ofrece libaciones.
Sin embargo, las bacantes se escapan como por arte de magia.
Explica a las bacantes lo sucedido: se ha burlado de Penteo haciéndole creer una ilusión.
Penteo, feliz, ha matado al fantasma y se ha creído cubierto de gloria.
Penteo aparece sorprendido por todo lo ocurrido y ve que Dioniso se ha liberado.
Penteo siente ahora curiosidad por ver con sus propios ojos el comportamiento de las bacantes, y Dioniso le indica que para poder hacerlo sin peligro deberá ponerse ropas de mujer.
Vestido así, es conducido por Dioniso hasta el monte Citerón, donde se hallan las bacantes.