Esta subespecie fue descrita originalmente en el año 1910 por el mastozoólogo británico Michael Rogers Oldfield Thomas bajo la misma combinación científica.
[3] Hasta fines del siglo XIX habría también habitado en el este de Jujuy,[11] pero su hábitat preferido (los bosques chaqueños) han sido fuertemente alterados en su limitada porción provincial, por lo que parecería que se ha extinguido por completo, aunque mantiene poblaciones en sectores salteños cercanos a la frontera con Jujuy.
[4] Exhibe una cabeza proporcionalmente grande, achatada, hocico abultado de extremo chato, largos bigotes y pequeñas orejas.
El pelaje del cuerpo presenta un patrón cromático dorsal dominado por el gris con tono amarronado.
Posee patas cortas, provistas de fuertes uñas, ya que son empleadas para cavar su madriguera.
En derredor de la boca las vizcachas van acumulando ramas, pajas, rocas, toscas, bosta, huesos, alambres o cualquier objetivo que les llame la atención.
Salen a la superficie al atardecer; primero se asoma el “vizcachón” (macho grande y dominante), el cual verifica que no haya ninguna amenaza; solo después comienzan a salir los integrantes del resto del grupo.
Ante el menor peligro, como respuesta a una señal acústica de alarma impartida por el centinela, todas emprenden veloz carrera hacia la cueva, donde permanecerán hasta que el riesgo haya pasado.
[21] Pero la mayor causa de sus capturas es por la relación conflictiva que este roedor entabla con los productores agropecuarios.
Sufre de extinciones locales aún no comprendidas totalmente, inclusive en superficies bajo estricta protección.
[3] Es por eso que se ha propuesto realizar sobre sus poblaciones un aprovechamiento económico sobre la base de considerarlas un rentable recurso sustentable, si es correctamente administrado.
[25] Por esta misma razón, científicos[26] y hasta cazadores deportivos[27] han recomendado mayor protección para este animal.