Estos son parte del medio ambiente, rico en elementos no vivos —materia inorgánica— y en otros organismos de la misma o de otras especies, con los cuales forman múltiples interacciones.
Ya sea porque por ataques físicos directos (competencia por interferencia) o indirectamente, porque compiten por un mismo recurso compartido (competencia por explotación); tal recurso puede ser alimento, agua, territorio, parejas, etc.
Un ejemplo de competencia interespecífica es la Exclusión mutua – interacción en la que una especie excluye a la otra del mismo hábitat, y viceversa.
Puede ser obligado cuando ninguno de los dos organismos puede vivir sin el otro o facultativo cuando no se necesitan obligatoriamente para sobrevivir.
[3] Aunque las especies fundadoras forman parte de la red trófica como cualquier otra especie (por ejemplo, como presa o depredador), numerosos estudios han demostrado que facilitan en gran medida la comunidad asociada al crear un nuevo hábitat y aliviar el estrés físico.
[23][24] En las zonas costeras más duras, los corales, los quelpos, los mejillones, las ostras, las hierbas marinas, los manglares y las plantas de las marismas facilitan a los organismos la atenuación de las corrientes y las olas, proporcionando una estructura sobre el suelo para el refugio y la fijación, concentrando los nutrientes y/o reduciendo el estrés por desecación durante la exposición a la marea baja.