[1] En estas obras, el autor muestra su interés por las relaciones familiares y la reconciliación en un ambiente mítico.
Así, la máscara nupcial que Próspero crea para el disfrute de Miranda y Ferdinando, con las figuras divinas de Iris, Ceres y Juno asegurando un dichoso porvenir si la feliz pareja prometía guardar castidad hasta después del matrimonio, podría haberle sentado muy bien al monarca, bien conocido por su arte disciplinario con respecto a los súbditos de su corona.
Otro dato que se ve reflejado en la tarea shakespeariana, es el interés del rey por cuestiones relacionadas con la magia y a la brujería.
Estas prácticas eran consideradas un tabú en la época que nos ocupa, y fe de ello nos brindan algunos documentos en los que constan la quema de mujeres, generalmente en hogueras, entre los siglos xvi y xviii.
Ya hacia el reinado de Isabel I, tumultuosas embarcaciones emprendían su viaje rumbo a América.
El papel de la esclavitud y el dominio que ejercían los colonizadores sobre las tierras que descubrían se tradujo al mundo del teatro y, como no podía menos, al universo de Shakespeare.
Ante la inminente situación de un país que buscaba extender sus alas y competir con el Imperio español la ganancia y el usufructúo de tierras americanas se presentaba como la mejor opción a las pretensiones monárquicas británicas.
En la creación literaria, en cambio, esta era de hallazgos y apropiamientos dio lugar a dimensiones alternas, islas embrujadas, terribles caníbales, bestias indomables y paisajes exóticos que contrastaban con los de Gran Bretaña.
En su libro Repositioning Shakespeare, Thomas Cartelli presenta una síntesis de hipótesis que subyacen a la producción literaria y buscan su correspondencia con la ideología del momento.
Ariel se vinculaba a la espiritualidad iberoamericana, y Caliban al impulso expansionista norteño del siglo xx.
Una de sus lecturas críticas observa a Calibán como el amerindio colonizado y esclavizado.
Además, el asentamiento de las primeras colonias suscitó una inquietud literaria en autores como Tomás Moro o Montaigne.
En el epílogo, en el que Próspero se dirige sólo al público y se despide de la audiencia, este dirá: «Let your indulgence set me free», solicitando al público su indulgencia para poder ser absuelto, algo que era propio de la tradición católica.
Tres años después, Jaime Clark realizó la primera traducción directa del inglés.
Siguieron las de Guillermo Macpherson (1887), Rafael Martínez Lafuente (1917), Celso García Morán (1923), Luis Astrana Marín (1924), Mario del Álamo (1944), José Hierro (1963),[5] José María Valverde (1967), Carlos Pujol (1975), Terenci Moix (1983) y Ángel Luis Pujante (1997).
[7] En 1983, sobre el mismo escenario, Nuria Espert protagonizó la adaptación de Terenci Moix, dirigida por Jorge Lavelli y acompañada por Mireia Ros, Carles Canut, Pep Munné, Miguel Palenzuela y Juanjo Puigcorbé.
En 2012, Sergio Peris-Mencheta presentó su versión libre (Tempestad) incluyendo en el reparto a Víctor Duplá, Quique Fernández, Antonio Galeano, Pepe Lorente, Xavier Murúa, Agustín Sasián, Eduardo Ruiz y Javier Tolosa.