La mujer en las letras de tango

La mujer en las letras de tango apareció desde las primeras obras y continuó haciéndolo a lo largo del tiempo convirtiéndose en un personaje ineludible en cuanto se refiere a ese mundo mítico construido alrededor de este género musical.

Su figura, tal como aparece en las representaciones predominantes en cada momento, no se ha mantenido siempre igual sino que ha ido variando a lo largo del tiempo acompañando a una sociedad que también ha ido cambiando.

En muchos casos para la referencia a la mujer el letrista ha utilizado términos lunfardos tales como mina -el más genérico y aceptado ya por la Academia de la Lengua[1]​[2]​ pero también hay otros vocablos o derivaciones equivalentes como grela, naifa, papa, percanta, minerva, papirusa, jermu y papusa, si bien no siempre la significación es idéntica.

[7]​ Esto era consecuencia de una visión masculina que implicaba una doble moral: en el hogar, la mujer decente cuyo arquetipo era la madre y fuera de ella, la mujer liberada, tal vez encuadrada en una prostitución por entonces permitida, pero ligado a un goce más desinhibido descripto como “vicio” por los mismos narradores.

[13]​ Esa visión se refiere a la mujer no solo como objeto sexual sino que también se le recuerda constantemente su desubicación de clase ya que abandonó el barrio persiguiendo el trato abacanado.

El destino –o sea las razones imponderables- incide en las relaciones con una fuerza y frecuencia antes desconocida.