En 1848 el estadounidense John Wellington inventó una lámpara incandescente que resultó de demasiada corta duración.
[3] Joseph Wilson Swan recibió la patente británica para su dispositivo en 1879, alrededor de un año antes que Thomas Alva Edison.
Al comienzo de ese año empezó a instalar bombillas en hogares y señales en Inglaterra.
En 1881 creó su propia compañía, The Swan Electric Light Company, y empezó la producción comercial.
Anteriormente, otros inventores habían desarrollado modelos que funcionaban en laboratorio, incluyendo a Henry Woodward, Mathew Evans, James Bowman Lindsay, William Sawyer y Warren de la Rue.
El alemán Heinrich Göbel había registrado su propia lámpara incandescente en 1855, y el 11 de julio de 1874 se le concedió al ingeniero ruso Aleksandr Lodygin la patente n.º 1619 para una lámpara incandescente.
Posteriormente, las mejoras de Edison permitieron que la lámpara incandescente tuviera una duración más larga.
La bombilla es uno de los inventos más utilizados por el ser humano desde su creación hasta la fecha.
Según una lista de la revista Life, es la segunda invención más útil del siglo XIX.
Actualmente la ampolla está rellena de algún gas noble (normalmente kriptón o argón) que impide la combustión del filamento.
En países como Francia o el Reino Unido, está o ha estado en uso para servicio regular durante muchos años, el casquillo de bayoneta en sus versiones de doble contacto, tanto de paso ancho (B22d o B-22d) similar en tamaño al E-27 y adecuado para bombillas estándar, como el estrecho (BA15d o BA-15d), equivalente al E-14 y por tanto más indicado para bombillas de pequeño tamaño, tales como del tipo vela, esféricas, miniatura y decorativas.
[10] Su eficiencia es muy baja, ya que solo convierte en luz visible alrededor del 15 % de la energía consumida.
Justamente debido a sus supuestas limitaciones, su uso durante el invierno convierte a la lámpara incandescente en un objeto que transforma la energía eléctrica en luz y calor de manera perfectamente eficiente (por ejemplo en una lámpara de mesa), especialmente en espacios donde a su vez se requiere calefacción, ya que el calor que desprende se encuentra en el sitio más cercano y necesario.
Se han llevado a cabo algunas investigaciones para mejorar la eficacia de las lámparas incandescentes comerciales.
Las incandescentes Halogena Energy Saver pueden producir alrededor de 23 lm/W; alrededor de un 30 por ciento más eficientes que las incandescentes tradicionales, al utilizar una cápsula reflectante para reflejar la radiación infrarroja que antes se desperdiciaba hacia el filamento, desde donde parte se reemite como luz visible.