[1] El juego más simple consiste en lanzar la taba, ganando una o cuatro unidades apostadas si quedan las partes salientes del hueso hacia abajo, o perdiendo otras tantas si quedan las partes hundidas en la cara superior.[1] También servían las tabas como objeto adivinatorio y así fue que la astragalomancia se tuvo muy en cuenta en la antigüedad.[1] En Roma, también se jugaba a la taba, sobre todo en lo relacionado con la suerte y como práctica adivinatoria.[1] Estas prácticas han venido manteniéndose hasta hoy día, todavía comunes en algunos países como Mongolia, o en la Pampa argentina.[1] Ya en tiempos antiguos, los más pudientes usaban imitaciones, tabas fabricadas artificialmente en marfil, ágata o algún otro material como bronce, plata u oro.Los españoles introdujeron este juego en toda América, siendo popular en zonas rurales y ganaderas.Cuando otro jugador obtiene las posiciones rey o verdugo gana el puesto y puede tomarse la revancha en los siguiente turnos de los castigos recibidos hasta el momento.Lo hará lanzando al aire la que tenía en el dorso y antes de recogerla, girará la del suelo para ponerla en la posición buscada.Continúa el juego lanzando ahora las dos tabas al aire y recogiéndolas con el dorso de la mano sin que se caigan.[5] Así sucesivamente, siendo cada vez más difícil, se seguirán cogiendo las tabas hasta que no quede ninguna en el suelo.Cuando uno de los jugadores pierde porque se la cae alguna taba o no coge bien las del suelo, deja el turno al siguiente.Incluso estas variaciones pueden dar lugar a juegos diferentes como el “Arrebanche”, el “Rey-Verdugo” o las “Pencas”.Las partes huecas son las ganadoras y las lisas las perdedoras: De este juego derivó la expresión "se le dio vuelta la taba”, que nació en el medio rural y luego se popularizó, significando que a una persona a quien las cosas le marchaban bien, sufre un cambio repentino para mal, o bien que se invierte totalmente una situación.