En su niñez, aprendió a tocar el piano, una de sus grandes aficiones.
Juana quería estudiar Letras, pero, al no existir en Oviedo ninguna facultad para cursar dichos estudios, se decantó por Ciencias Químicas, una carrera en la que las mujeres escaseaban.
En 1930, Juana ingresó en la Sociedad Española de Física y Química.
Al término de la guerra fue profesora en un instituto de Ponferrada y un año más tarde se trasladó a Gijón donde impartió clases en el Instituto Jovellanos.
Posteriormente, se dedicó a dar lecciones particulares; primero en Oviedo, luego en Madrid.