Josefa Amar y Borbón

La tradición profesional e intelectual familiar, sin embargo y por ambas ramas, había sido hasta entonces la medicina.

[1]​ Su bisabuelo materno, el zaragozano Felipe Borbón, autor de Medicina doméstica,[3]​ publicada en 1686[4]​ fue un afamado facultativo y profesor universitario.

Ese mismo año, tras la llamada de su suegro, viajó a Madrid para prestar sus servicios como médico real para Fernando VI, alcanzando la vicepresidencia de la Real Academia Médica Matritense.

Recibió una sólida formación humanística, llegando a dominar el latín, el griego y varias lenguas modernas que le servirían para su labor de traductora.

Los movimientos secesionistas que se produjeron en las colonias americanas tras la invasión napoleónica de la península en 1808 tuvieron su reflejo en Nueva Granada.

La controversia sobre la capacidad de las mujeres en estos últimos temas es en la que centró su producción ensayística.

[14]​ Indudablemente, el ambiente familiar en que se educó pudo tener una influencia significativa en el desarrollo posterior de sus aptitudes intelectuales.

Pero no menos puede afimarse de la labor que desempeñaron sus dos preceptores: Rafael Casalbón y Antonio Berdejo.

Berdejo, presbítero, fue miembro de la Sociedad Económica Aragonesa y también un experto en lenguas clásicas.

Ninguno de estos dos maestros desdeñaron la enseñanza de los idiomas modernos, razón por la cual su alumna llegó a dominar, además del latín y el griego, el francés, el italiano y el inglés.

Aborreció la extrema religiosidad de la cultura de la época y se mostró en todo como una laica convencida; nunca citó a escritoras religiosas: para ella, como si Santa Teresa y sor Juana no hubieran existido.

En ese sentido, su feminismo fue más radical incluso que el de su contemporánea Margarita Hickey.

Entre 1782 y 1784 tradujo anotados los seis tomos del Ensayo histórico-apologético de la literatura española contra las opiniones preocupadas de algunos escritores modernos italianos del abate Francisco Javier Lampillas contra Girolamo Tiraboschi.

Su historia literaria puede acompañar siempre a la de los hombres porque, cuando éstos han florecido en las letras, han tenido compañeras e imitadoras en el otro sexo”[17]​Dejaba claro, por tanto, que si las mujeres tenían capacidad no era razonable que no se les admitiera en las Sociedades.

La de Educación física está dedicada a asuntos médicos e higiénicos.

"Aunque después vaya viendo que, por ejemplo, para las hijas de los comerciantes les sea aprovechable aprender aritmética.