José Ángel Cuevas

[5]​ Sin embargo, no emigró; perteneció al llamado exilio interno.Mataron a Víctor Jara, Neruda murió de dolor, Ángel Parra y otros, presos en los campos de concentración, Inti-Illimani, Quilapayún, Payo Grandona, Manns, huyeron, se exiliaron largas listas de artistas, los grupos Trilce, Tebaida, Escuela de Santiago; los escritores Barquero, Gonzalo Rojas, Armando Uribe, Droguett, Atias, José M. Varas, Germán Marín, Skármeta, Dorfman, Schopf, Ruiz, Soledad Bianchi, Délano, Grínor Rojo, Gonzalo Millán, Tito Valenzuela, Hernán Miranda, etc..., de todas las generaciones y grupos.Es como si de un día para otro nos demolieran la casa, echaran abajo el cerro San Cristóbal con la Virgen Iluminada.Todos mis amigos se fueron, los del Pedagógico, los poetas underground y, en especial, esa vida libre, poderosa."[6]​ De su primer libro —Efectos personales y dominios públicos, publicación artesanal, igual que los tres siguientes— dice que se lo debe a la Dirección de Inteligencia Nacional: "En mayo del 79 fui detenido en la calle, me llevaron a un lugar, y fui conminado a hacerles un contacto con gente del MIR.En realidad no tenía contacto alguno con el MIR, sólo antiguos amigos, mi relación era con el PC, en fin, estaba solo y en mi desesperación junté poemas, los llevé a una imprenta frente a mi trabajo, y me hicieron un libro amarrado con alambre y me fui a la Sech, para tener algún respaldo, como si eso hubiera sido una salvación.Al respecto, dice: "Para explicarlo hay que revisar la poesía de los últimos treinta años.Hay una cosa interior, algo metido en mis genes, que me hace sentirme feliz con los edificios, las construcciones, los lugares, los rincones, las calles.[11]​ Cuevas, que tiene tres hijos, vive solo en Puente Alto en el sector cercano a la ex Papelera (CMPC) y, además, posee otro domicilio en Valparaíso.Cuevas posee un discurso político, sin caer en lo panfletario, sino que lo lleva a lo cotidiano, a las vivencias de un transeúnte que habita un ex ciudad en un ex país.En la poesía de Cuevas, este derrumbe no es solo físico, sino que es el individuo quien ve derrumbada su memoria, lo que se refleja en la pérdida identitaria, en la enajenación de las nuevas generaciones, cuya violencia se expresa en un lenguaje desafiante y marginal.