Todos sus hermanos, salvo José, quince años mayor que él, murieron prematuramente.El maestro, don Alejandro Machuca, hombre de estatura mediana, adusto, gruñón, mal trajeado y peor encarado pues era bizco, aconsejó a la familia que le dieran estudios superiores.«El Vivillo» era bastante aventajado pero su inquietud y travesura natural eran, a menudo, causa de serios castigos que don Alejandro, inflexible, le aplicaba con todo rigor.Siendo un niño conoció a su paisano Juan Caballero, «El Lero», bandolero estepeño de la época romántica, por quien sentía profunda veneración, y cuando este célebre excaballista reunía en su célebre café que tenía en la calle Molinos,[3] según su costumbre, a sus muchos admiradores, para hacerles pintoresco relato de sus robos y hazañas caballistas, jamás faltó «El Vivillo» como oyente.[4] La madre, haciendo caso al consejo de don Alejandro, quiso que su hijo Joaquín estudiara la carrera eclesiástica.Para ello contó con la ayuda de su cuñado, el tío Antonio, que era sacerdote.Marchó de nuevo a Osuna, donde, recomendado por José, trabajó como mozo —por ochenta reales, cama y comida— en la posada del Chepe.Inmediatamente se puso en camino a Estepa y al traspasar el umbral de su casa paterna entendió enseguida que su padre ya había fallecido.Ante la inusitada mirada de los aun vecinos que permanecían en la casa, el muchacho, con toda entereza les dijo: "No os extrañe, en vuestra vida veréis siempre lo mismo.Para mejorar los exiguos ingresos adquirió una yunta de mulas que le ayudaran en las labores del campo.Oído esta historia ya no lo dudó un instante más, su resolución estaba tomada de una manera absoluta y categórica.Terminada la compra, cerca de la costa, se hizo la señal y una vez que obtuvieron respuesta cargados con los paquetes sobre los perros contrabandistas, estos fueron lanzados al agua.A los pocos días entró en Estepa con el producto de aquel primer alijo que había superado con creces todas las expectativas.Al venderlo por la campiña estepeña consiguió mucho dinero, más del que había imaginado.Este dato no lo dice el «Vivillo» en sus Memorias, y seguramente lo oculta para cimentar más su rechazo a admitir que en algún momento de su vida había sido bandolero ni tenido relación con ellos.El «Vivillo» solo permanece en su ciudad natal unas horas, volviéndose al Campo de Gibraltar para evitar ser capturado.Además aquello ya había cambiado, el contrabando se hacía exclusivamente por mar y le fue del todo imposible encontrar a alguno de sus antiguos camaradas.Ante semejante situación y sintiéndose cada vez más cercado toma la decisión de buscar mejor porvenir en Argentina, donde sabe que viven algunos paisanos suyos.La Guardia Civil registró, detuvo e interrogó a varias personas sin obtener resultados.Los atracados, por incertidumbre o miedo, dijeron no reconocerle; varios vecinos de su pueblo afirmaron que aquel día había estado con ellos y el propio Castellano rectificó sus declaraciones y afirmó conocerle solo “de vista”, lo que dio por resultado su absolución.Tras pasar algún tiempo en el Campo de Gibraltar, dedicado —en colaboración con sus antiguos compañeros— al contrabando, que le proporcionó pingües beneficios, decidió, acosado por los carabineros y la Guardia Civil, marchar a Orán con su familia.Allí tomó en traspaso, por dos mil quinientas pesetas, una casa de comidas, la Fonda Española, no tardando en contar con numerosa clientela y consiguiendo excelentes beneficios, más un incidente relacionado con su afición al bello sexo produjo no pocos disgustos familiares y hubo de vender la fonda.Detenido Camargo al día siguiente, no tardó en ser puesto en libertad por falta de pruebas.Se endureció la acción policial, pero sin obtener resultados, lo que causó no pocas protestas./ Dos películas preciosas / verán de gran novedad: / ‘José Nakens con esposas’ / y ‘El Vivillo en libertad’ [...]».Ya en Cádiz recibió tratos vejatorios y los carceleros sevillanos se comportaron con idéntica dureza.En su defensa recurrió a sus excelentes facultades intelectuales y a dos buenos abogados, el criminalista Banco Garzón y el diputado republicano Rodrigo Soriano, director del diario madrileño España Nueva, no tardando en verse libre de los cargos.Los feriantes seguían apareciendo hacia la Feria de Villamartín y uno a uno fueron colocados en la misma postura que el pobre del tío Gilito.«Cuando unos doce feriantes habían sido atracados se escuchó la aproximación de una buena cabalgadura al galope.»Fueron desatados y convidados todos con buen vino por la “generosidad” del bandolero, que había cobrado al riguroso contado el importe de la ronda».
Recreación de contrabandistas del campo de Gibraltar capturados por la Guardia Civil. Principios del siglo
XX
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«El Vivillo», señalado por una cruz, durante su traslado a la cárcel de Córdoba - ABC, 1911
El Vivillo detuvo la diligencia en su camino hacia el pueblo de Villamartín