Aquí se encargó de la farmacia y ropería.
Solía repetir mucho una frase que hacía muy suya: «Pelean Dios y Lucifer y no ha de salirse éste con la suya».
Contaba entonces con 45 años de edad.
Sus restos, abandonados en la playa no se conservaron.
Entre los 522 mártires de la Persecución religiosa durante la Guerra Civil Española beatificados en dicha ceremonia en Tarragona estaba el tercer cubano en ser elevado a los altares, en la persona del hermano hospitalario fray Jaime Óscar Valdés.