Invasión brasileña de 1864

Según el escritor uruguayo Washington Lockhart, tanto para Mitre como para su ministro Rufino de Elizalde, la empresa era una “locura”, como lo expresaron a Andrés Lamas, y este a Juan José de Herrera.

Los españoles en Buenos Aires siempre atacaban en innumerables ocasiones logrando conquistar la ciudad de Colonia del Sacramento en 1704.

[3]​ Para detener el avance portugués, España funda Montevideo en 1726, un fuerte situado al este de Colonia del Sacramento.

Alrededor de 1836 aparecieron 2 partidos políticos esenciales para comprender la historia del Uruguay: Los Blancos y los Colorados.

Venancio Flores, que se había vinculado a Mitre por razones políticas y de negocios, tuvo una destacada actuación en dicha batalla, y utilizó ese prestigio para lograr el apoyo del gobierno argentino en su proyecto.

Este había decidido abandonar el aislacionismo de sus antecesores, Gaspar Rodríguez de Francia y Carlos Antonio López, estaba abocado a conformar el ejército más poderoso del área, y pretendía ventajas geopolíticas como la salida al mar, necesaria para su expansión económica.

En la frontera de Río Grande del Sur también se juntó gente para invadir el territorio oriental.

Crearon mayor dificultad dos expediciones revolucionarias embarcadas en Buenos Aires que se proponían desembarcar en territorio uruguayo, “en presencia de un gran gentío que había sobre el Muelle”, según declarará después a la autoridad oriental uno de sus dispersos.

A los fugados, el general Lucas Moreno les ofreció indulto por escrito, cumplido al tocar tierra en Montevideo.

Diego Lamas pretendió salir al paso de los invasores, pero Flores escapó con hábiles gambetas, llegando el 22 de mayo al río Daymán, ya unido a Caraballo, mientras Anacleto Medina y Lamas lo seguían buscando por la frontera del Brasil.

[8]​ Hasta ese momento, la invasión financiada con dinero argentino y abastecida con diez mil caballos engordados en las pasturas del otro lado del río Uruguay, había sido una alegre correría casi sin bajas, ausente de enfrentamientos de importancia.

[6]​ Saraiva no pretendía, en realidad, conseguir concesiones del Gobierno oriental, sino, por el contrario, tener, en su negativa, el pretexto para la intervención armada, cuyo objetivo último era la reanexión del territorio al Imperio, o sea, la recreación de la Cisplatina.

Una delegación integrada por Lamas, Elizalde, Saraiva, Thornton y Florentino Castellanos viajó al interior, más precisamente a Puntas del Rosario, reuniéndose con Venancio Flores.

Esto resultó demasiado para el gobierno, y después de febriles negociaciones, durante las cuales renunciaron todos los ministros, la mediación se dio por terminada.

El mismo día Juan José de Herrera, que había vuelto a ser ministro, recibió un ultimátum: “una total satisfacción por los agravios sufridos en los últimos doce años por súbditos brasileños en territorio oriental”.

En dicha ciudad, firma el Protocolo Saraiva-Elizalde, que consta sobre la situación en la República Oriental del Uruguay.

Un regimiento de artillería a caballo, al mando del teniente coronel Emilio Luis Mallet.

[10]​ Al despliegue imperial por tierra, debe sumarse la escuadra brasileña del almirante Tamandaré que, desde antes de la invasión por tierra, operaba el Uruguay obstaculizando el aprovisionamiento fluvial del gobierno uruguayo y bloqueando las plazas sitiadas por los revolucionarios floristas de Salto y Paysandú.

Tamandaré formaliza la alianza con Venancio Flores el 20 de octubre, en las cercanías del Río Santa Lucía, establecendo la cooperación entre las fuerzas brasileñas y los colorados rebeldes.

Se le veía siempre de blusa punzó, con una banda celeste y pantalones blancos.

Por suerte para los defensores, bombas y granadas pasaban con mucha elevación reventando en el aire sin causar daño alguno, aunque la diversión con que eran presenciadas cesó al corregirse la puntería.

Muchos oficiales, en aquel día de intenso calor, agravado por las explosiones y algunos incendios, debieron combatir en paños menores, todos cargando su fusil o su modesto trabuco, con el facón en la cintura.

[10]​ Ese día cayeron sobre el recinto fortificado dos mil quinientas bombas y balas de sesenta libras lanzadas desde las naves imperiales.

Los evacuados fueron llevados a una isla situada al frente de la ciudad, donde les llegó ayuda desde Entre Ríos.

El 12 de diciembre Leandro Gómez había enviado mensajeros al general argentino Juan Saá, quien se suponía venía con fuerzas para liberar la guarnición.

Los sitiadores acercan entonces sus cañones a fin de abrir brechas en la plaza y sus descargas son ahora atronadoras.

Son las nueve de la noche, Gómez los consulta, intercambian opiniones: sería imposible resistir un día más.

Ante las banderas blancas de la tregua, la infantería brasileña no se detuvo y continuó su avance sobre el costado este.

Tamandaré presentó a su gobierno una dolida protesta por este hecho y exigió la destitución de Suárez.

Pero la actitud del ministro británico Lettson decidió que los hechos fueran por otro camino: Londres era partidario de una capitulación.

Antônio Saraiva , embajador en Uruguay y miembro del Partido Liberal del Brasil.
Movimientos del Ejército Brasileño, y de los rebeldes floristas en el Uruguay.
Sitio de Paysandú ( L'Illustration , Vol. XLV, n.º 1.151, 1865).
Colonel Leandro Gómez , que luego sería ascendido con el grado de «general» por su resistencia en la Defensa de Paysandú.
Basílica de Paysandú devastada por bombardeos brasileros.