Inmigración árabe a República Dominicana

El surgimiento de movimientos nacionalistas en las diferentes regiones del imperio también ayudo a desestabilizar el control central.

En el ámbito externo, las potencias europeas, como el Reino Unido, Francia y Rusia, expandieron sus territorios a expensas del Imperio Otomano.

De los territorios enumerados como los más influenciados por tal acontecimiento, la inmensa mayoría estarían ubicados en Latinoamérica y varias partes del Caribe.

Para la época, los Estados Unidos eran conocidos informalmente por muchas personas originarias del Viejo Mundo como "América", por lo que la única referencia que tenían aquellos de Asia al decirles ese nombre no estaba relacionado con todo el continente si no a un solo país.

[5]​ Al muchos no cumplir los requerimientos estrictos implantados por las políticas estadounidenses con respecto a la inmigración, sobre todo en contra de la población no-blanca, más las exigencias de sanidad, marcaron varios destinos tanto cercanos como lejanos los cuales elegir como segunda opción.

Según el escritor Orlando Inoa, autor del libro "Azúcar: árabes, cocolos y haitianos":[3]​"El nivel de pobreza que exhibían estos inmigrantes era tal, que fueron desalojados por inspectores de sanidad, debido al hacinamiento en que vivían en San Pedro de Macorís"Además del comercio ambulante, se movilizaban por las zonas donde operaban los ingenios azucareros y por zonas rurales.

Para entonces el presidente a cargo, Ulises Heureaux(Lilís), comenzaba la construcción del primer ferrocarril en suelo dominicano, el alumbrado eléctrico y el cable submarino.

En adición, seguía en apogeo la industria azucarera, la cual había iniciado previo al ascenso de Lilís.

Los libaneses, Sirios y Palestinos que se asentaban en territorio dominicano, arrastraban contratiempos con el comercio local.

Ya para estas fechas, muchos habrían dejado el comercio ambulante a un lado, abriendo pequeños negocios como tiendas de comestibles, bazares y almacenes.

Muchos árabes se dedicaron posteriormente a la agricultura, cultivando productos como tabaco, café, caña de azúcar y frutos tropicales.

Además, mostraron una gran capacidad emprendedora, creando nuevas empresas en diversos sectores como la industria, la construcción y la banca.

[6]​ Para 1920, en el país, ya se habían asentado más de 1300 árabes, distribuidos por casi todo el territorio dominicano.

Una representación visual más detallada hace notar su fuerte presencia durante los inicios de tal siglo:[5]​ La educación fue vista como una herramienta fundamental para la movilidad social.

Los árabes invirtieron en la educación de sus hijos, quienes luego llegaron a ocupar posiciones profesionales importantes en el país.

Por ello, como estrategia promocional para incrementar las ventas de productos y lograr el ansiado éxito económico, los árabes atrajeron clientes urbanos utilizando un nuevo sistema de venta puerta a puerta y pago parcial que beneficiaba al pueblo bajando los precios.

Le acreditaban telas y mercancías al detalle, mediante ínfimas cuotas semanales, con las que remediaban muchas gentes en adquirir más fácilmente, sustraídas a los emolumentos del diario de la casa, algunas prendas de vestir y efectos domésticos” Sin embargo, al final del siglo XIX, esta peculiar forma de participación en el comercio local tuvo consecuencias: en 1899, los representantes del recién establecido "Centro de Comercio", José María Benedicto y Pedro Pablo Dobal, informaron al Ayuntamiento que los buhoneros estaban afectando negativamente la actividad comercial.

En el año 1902, el regidor E. Cordero propuso hacer cumplir la ley contra los buhoneros debido a la presencia de árabes en el mercado sin licencia para operar como merceros.

El propósito era "prevenir los abusos cometidos por los turcos y árabes que se encargan de ese ejercicio".

En 1904, el sector comercial presionó para aprobar un proyecto de ley que buscaba prohibir el comercio árabe porque el país no había firmado ningún tratado con la "Puerta Otomana".

Como en ocasiones anteriores, los concejales optaron por fusionar las tres categorías de canasteras establecidas en el Reglamento del Mercado.

[1]​ En 1913, también en la iglesia del Carmen, ofició una misa cantada el reverendo Pedro Chalele, sacerdote maronita de Gazhir.

[1]​ “A pesar del rechazo de los primeros años”, comenta Inoa, “los árabes no se constituyeron en un grupo cerrado, al contrario, deliberadamente no enseñaron la lengua materna y la cultura árabe a sus hijos, como una vía de facilitar su compenetración con el medio”.

Aunque también muy temprano para considerar la adopción de su tradición gastronómica, en 1911 aparecen “pastelitos turcos” en el menú del hotel Pelayo.

La gastronomía fue una de las características más destacadas que tuvieron un impacto en la presencia árabe, la cual ha dejado una marca muy evidente en la sociedad dominicana contemporánea.

[9]​En la mayoría de casos, se suele combinar los quipes con las empanadas criollas o los Yaniqueques, creando así una amalgama interesante entre las diversas culturas que fueron añadidas en la identidad dominicana.

Otro plato con cierta relevancia a nivel nacional serían los Niños envueltos, cuya presencia lleva el mismo título en otras partes de Latinoamérica, todas teniendo orígenes orientales.

Este curioso platillo posee sus raíces en el Malfouf Mahshi y el Yaprak, su preparación varía según el lugar en el que se encuentre.

Tal poder han desarrollado en ese ámbito, que existen diversas cadenas especializadas en comida del medio oriente, el más destacado siendo "La libanesa".

Después de la migración, los árabes se movían geográficamente en el territorio dominicano, lo que aumentó en la segunda mitad del siglo XX.

Imperio otomano en su máxima extensión
Muelle de Puerto Plata, 1910
Ulises Heureaux