Aunque la iglesia tiene añadidos de épocas posteriores, mantiene su traza románica con su única nave rematada en un ábside semicircular.
Por esta franja, y luego coincidiendo más o menos con la carretera, continúa con la misma dirección hasta separarse de esta, ya en el término municipal de Burgos, por el camino llamado en la cartografía Camino de Poza, aunque en realidad se le sigue llamando en el lugar Camino Real.
Por este camino, con buena alineación recta, se llega a Burgos capital.
La zona fue conquistada por los romanos en torno al siglo I a. C. En el pago conocido como La Lentejera existe un yacimiento romano, que ha aportado varias monedas fechables entre los siglos II y III, donde se localizan restos de teja y cerámicas de aquella época.
[5] Debe ser este un establecimiento asociado a la importante calzada romana que unía la ciudad de Astorga con Burdeos, en el sur de Francia, y que también pasa cerca de Las Mijaradas, cuyo nombre, según algún autor, tendría relación con la vía,[6] concertadamente con los miliarios o piedras que marcaban la distancia.
La guerra contra los musulmanes queda lejos, prácticamente ya limitada a tierras andaluzas y estos lugares del norte de Castilla ya no temen las posibles incursiones y saqueos que habían sido una constante en los siglos anteriores.
Esta estabilidad social y las mejoras técnicas que afectan directamente al campo permitirán un desarrollo, siempre al amparo de la ciudad de Burgos, que quedara duramente cortado a mediados del siglo XIV.
Por otro lado la sociedad cada vez se va orientando más hacia las ciudades, donde se produce el gran auge de la burguesía comerciante, como ocurre claramente en Burgos, ciudad que experimenta un gran desarrollo en el siglo XV, tal como se desprende de los innumerables y magníficos edificios de ese momento que aún subsisten.
Muchos de ellos ni siquiera así se mantendrán y acabaran desapareciendo.
Pasada la peste, en la que murió el propio rey Alfonso XI, su sucesor Pedro I, llamado el Cruel, ordenó hacer un censo para delimitar los derechos del rey y los de los señores en cuanto al cobro de impuestos en las distintas.
También hemos visto como deben contribuir con dinero al sostenimiento del castillo e incluso cabe pensar que también a la defensa del territorio, al menos en alguno de los primeros momentos, mediante alguna pequeña torre o puesto fortificado, tal como se desprende de nombres como La Atalaya o El Castillo.
Después de la Edad Media nuestra información es aún más escasa y se reduce muchas veces a noticias estadísticas.
El paisaje, a pesar de su aparente aspereza, debió atraer, sin embargo, la sensibilidad del pintor burgalés Marceliano Santa María que, a principios de nuestro siglo, se dedica a pintar los cerros, fuentes y valles de Cótar, Quintanadueñas y Hurones (García Gallardo, 1966).