Básicamente, su estructura se explica así: Cada hexámetro debe contener al menos un dáctilo puro.
Por ejemplo, los siguientes versos ropalicos de Ausonio, compuestos por palabras que gradualmente crecen en una sílaba:[3] si castis precibus veniales invigilamus, En la misma manera, el hexámetro «áureo» es un tipo particular de verso donde el verbo ocupa la parte central y a sus lados se encuentran adjetivos o sustantivos, formando una unidad sintáctica que puede concordar de diferentes formas.
Los seis acentos o ictus del hexámetro van colocados siempre en la primera sílaba de cada pie, que es larga.
[1] El hexámetro recurre frecuentemente, para lograr la correcta medida cuantitativa del verso, a diversas licencias como la sinalefa o elisión, el hiato, la aféresis, la sinéresis, la diéresis, la sinícesis, la abreviación yámbica o el zeugma de Hermann, entre otras.
También está presente en himnos, respuestas de oráculos, acertijos e inscripciones en cerámica o piedra.