[2] Según el testamento otorgado en Moguer por Domingo Gómez, el 8 de septiembre de 1343 confirma los indicios de culto a la Cruz, pues en la invocación testamentaria hace referencia a aquel verdadero dios que vino en la verdadera cruz por todo el mundo saluar ......[3] Al igual que su mujer Lazarena Fernández que el 20 de enero de 1349 también recogió en su invocación testamentaria su devoción al Sagrado Leño en la siguiente forma: e creyendo firmemente en aquel verdadero Dios que veno en la vera+cruz a todo el mundo a saluear, e temiendo la muerte natural.
Según documentación, sus componentes en aquella fecha eran de una clase social acomodada, pues ocupaban cargos públicos y se dedicaban a profesiones liberales: médicos, abogados, escribanos públicos,[5] etc.
Dicha capilla debía contar con bóveda funeraria para que se llevara a cabo enterramientos.
de la Soledad, también conocida como Santo Entierro y que por aquellas fechas llevaba dos años sin procesionar.
Dª Isabel II contando más tarde según documento regio fechado en 1896 con la aceptación de Hmno.
La cofradía de la Soledad, se remonta a la segunda mitad del siglo XVI, cuenta con reglas desde 1574.
La licencia obtenida especifica que la capilla debería de contar con retablo, reja y hornamentos cáliz de plata para llevar a cabo todas las actividades religiosas que en todo momento eran realizadas por los frailes menores “agora y en todo tiempo los sufragios, missas, bísperas, predicaciones y procesiones y todo lo demás que en la dicha capilla se vuire de dezir y celebrar se diga y celebre por los frayles de este dicho convento.” Se trataba de una construcción que discurría siguiendo un eje perpendicular acodado al de la iglesia del propio convento, abriéndose al atrio o compás del mismo, propiciando que años más tarde con la demolición del muro del compás, se conociera dicho espacio urbano como Plaza de la Soledad.
121v, del libro 14, tomo 39) Diez años más tarde, en 1585, el Hermano Mayor de la Soledad, Antonio Rodríguez y los maestros albañiles Manuel Caraballo y Antón García suscribieron el contrato para la realización de una obra en la capilla, consistente en la modificación de su cúpula y el embellecimiento del edificio, quizás también para estar más en consonancia con las actividades religiosas que tenían lugar en ella.
Trasladándose en un primer momento a la Iglesia Conventual de Santa Clara, para posteriormente, tras la petición efectuada por Ignacia Hernández Pinzón en 1852, trasladarse a la Parroquia, concretamente tuvo su altar en el testero de la fachada principal.
La cofradía de la Soledad estuvo afectada directamente por la política religiosa llevada a cabo por Carlos III, al prohibir que se realizasen estaciones de penitencia una vez puesto el sol.
A lo que sus Hermanos Mayores, Manuel Cobano Arjona, titular del Santo Oficio en Moguer y D. José Joaquin Hernández Pinzón recurren al Supremo Consejo de Castilla el 14 de mayo de 1782 para que le fuera anulada dicha supresión debido a que la cofradía se recogía media hora después de la oración “por no ser corta la estación ni ligeros los pasos”, quedando el recurso en un intento fallido al mantenerse tal prohibición sin distinción alguna.
Ambas cofradías se vieron inmersas en una crisis a pesar de su fusión, pues esta no fue aceptada por el clero, no reconociéndola como una sola cofradía, pues había sido aprobada por una autoridad civil en vez de por una eclesiástica.
Posteriormente en los sucesos del 36 fue una de las cofradías más afectadas al perder no solo sus imágenes y patrimonio artístico, sino también su archivo que por aquel entonces se encontraba en un armario en la Parroquia.