Henry Stephen Fox

Henry Stephen Fox fue un diplomático británico con actuación en la República Argentina durante la década de 1830, en Brasil y Estados Unidos.

Allí fue arrestado por deudas de juego pero consiguió evitar la deportación por intervención del gobierno francés.

El rey Jorge III del Reino Unido, el primer ministro Lord Liverpool y su secretario de estado Robert Stewart, vizconde de Castlereagh, se oponían rotundamente a dar al joven Fox un lugar en el servicio diplomático, para lo cual tenía ambiciones y parecía, dejando de lado la política, admirablemente preparado.

Fox, a esas alturas, había frecuentado por largo tiempo los círculos oficiales, hablaba francés, alemán e italiano y tenía un amplio conocimiento del continente.

Si bien no encontró oposición del gobierno, él mismo era un «frío escéptico que lamentaba el absurdo celo de sus compatriotas»[5]​ y los conflictos entre los presbiterianos y los anglicanos «aún en esta distante región del globo» que se habían exacerbado recientemente: «Cuando la Iglesia Británica se estableció aquí por primera vez había menos dificultades en conciliar los intereses de las dos sectas».

También se opuso a las presiones del reverendo John Armstrong, acompañadas por su obispo en Londres, para que el gobierno británico apoyara una activa campaña misionera en Sudamérica.

La resolución del gobierno causó indignación en la población de residentes británicos que acudió al embajador británico pero Fox considerando que efectivamente se habían violado las leyes del país, solo accedió a solicitar benevolencia al gobierno.

Y tanto mayor mérito tiene este gobierno porque ha debido, según creo, superar grandes dificultades para ello».

Obviamente es el hombre para Washington: por lo menos no vendrá a casa cada dos o tres años por su salud».

Henry Fox aceptó con gusto: no estaba para nada ansioso de regresar a Inglaterra donde había contraído deudas enormes.

Quien había sido considerado en su juventud en extremo elegante, estaba ahora fuera de moda y movía al ridículo.

Cuando Harrison mencionó a las «naciones extranjeras», Fox como decano del cuerpo diplomático avanzó lentamente hacia el presidente, quien al verlo dijo «nuestros hermanos... los piel roja» en voz baja pero no lo suficiente para que Fox no lo oyera y adoptara una expresión entre «la sonrisa y el disgusto».

[9]​ Rara vez se relacionaba con la sociedad en general o visitaba cualquier casa que no fuera la de un colega, incluso sus relaciones con el gobierno rara vez iban más allá de las escasa ceremonias oficiales.

[9]​ Murió en posesión de una gran cantidad de dinero en bancos americanos pero era sin embargo avaro, y rara vez podía ser inducido a pagar la más pequeña cuenta, prefiriendo que quienes traían artículos a su residencia dejaran su carga en la acera antes que pagar el acarreo final.

Al igual que su pariente famoso, Charles James Fox, jugaba mucho y con altas apuestas, pero no tenía reputación de ser cumplidor con las deudas.

[2]​ En 1842, durante su período, Charles Dickens efectuó su visita al país de la que dejó una descripción completa en sus American notes.

[2]​ Fox fue el primer enviado británicos acreditado en Washington en los comienzos del reinado de la Victoria I del Reino Unido, que se iniciaba con graves problemas políticos en los dominios británicos de América del Norte: estallaron insurrecciones en Quebec y en el Alto Canadá y sus líderes cruzaron la frontera refugiándose en territorio de los Estados Unidos.

Más allá de las razones en uno u otro sentido, el pueblo de Maine encabezada por el gobernador Edward Kent no estaba dispuesto a aceptar variación alguna en las líneas del tratado y rechazaba cualquier propuestas del gobierno federal para fijar un límite, incluso provisional.

[2]​ Aberdeen resolvió entonces designar a Lord Alexander Baring, 1.er Barón Ashburton, como enviado especial para tratar el problema fronterizo directamente con Daniel Webster, secretario de estado del nuevo presidente, William Henry Harrison.

[2]​ Eso no sorprendió a Fox, quien sabía desde la entrada de Aberdeen que su carrera estaba acabada.

Su colección botánica pasó a manos de su sobrino, Sir Charles James Fox Bunbury.

No debe confundirse con su contemporáneo y pariente Henry Stephen Fox-Strangways, 3.er Earl de Ilchester, fallecido en 1858.