Cereales como la avena, la cebada o el trigo también suelen formar parte del heno.
En muchos países, la mielga (alfalfa) constituye un heno de calidad superior, para el ganado bovino y los caballos.
El material segado se deja secando de manera que la mayor parte de la humedad se pierda, pero el material siga siendo lo bastante robusto para que la maquinaria lo pueda recoger del suelo y procesarlo para almacenarlo en fardos, pacas, pilas o en hoyos.
El heno producido por estos prados es rico en especies y tradicionalmente se usaba para alimentar a los caballos.
El material cortado se deja secar para que se elimine la mayor parte de la humedad, pero el material frondoso aún es lo suficientemente robusto como para ser recogido del suelo por maquinaria y procesado para su almacenamiento en fardos, pilas o pozos.
El heno se utiliza normalmente para alimentar a animales domésticos como las ovejas, cabras, vacas y caballos cuando o donde no hay suficiente hierba fresca, o cuando la hierba fresca es demasiado rica para una digestión fácil del animal.
Los cerdos pueden ser alimentados con heno, pero no digieren la fibra de las plantas muy eficientemente.
Sin embargo, en la estación de crecimiento, normalmente la primavera, las granjas producían mucho más forraje del que los animales podían consumir.
En los años 30, una buena gestión de los pastos demostró que los pastos más productivos eran el ballico y el trébol, por lo que se tomaban compromisos cuando era la hora de segar.
Posteriormente, el heno seco se apilaba arrastrándolo a mano o con máquinas, de manera que formara una pila lineal.
Como alternativa, el heno suelto se podía colocar en fajos o haces para su secado antes de recogerlo.
El heno se podía almacenar en la segunda planta del cobertizo, sobre la planta de los animales, o en un cobertizo diseñado especialmente con poca estructura interna para ofrecer más espacio para el heno.
Las pilas de heno producen calor interno debido a la fermentación bacteriana.
Los granjeros tienen que tener cuidado con niveles de humedad demasiado bajos para evitar esta "combustión espontánea", porque el fuego en un almiar puede ser muy peligroso.
Las primeras enfardadoras producían fardos rectangulares lo bastante pequeños para que un hombre pudiera llevarlos sobre su cabeza, colocándolos en el suelo.
[7] Hace falta extremar la precaución cuando se trabaja regularmente con grandes fardos redondos de heno.