Autor de conocidas obras en el siglo xx como “Rarotonga” y “Triste alborada”.
Sus padres fueron Eugenio de la Parra Irigoyen y María Beatriz Loya López.
En este lapso conoció y mantuvo una relación de noviazgo con la también escritora Yolanda Vargas Dulché.
Años más tarde, la empresa cambió su nombre a: Grupo Editorial Vid, en donde ambos publicaron sus historias durante casi cuatro décadas, hasta su cese en 1995.
Finalmente, Vid entró en declive en los años 2000 y cerró su última sucursal alrededor del año 2012.
Dejó redactada su propia esquela — con un tinte negro y sátiro— que se pronunció tras su deceso.
Su cuerpo fue incinerado y sus cenizas esparcidas en la Hacienda “El Mortero”, ubicada en el Municipio de Súchil, Durango, según sus deseos.